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Cuando Manuel Rosales, exgobernador del Zulia, aterrizó en Maracaibo, sabía que iría preso. Que a pesar del esfuerzo que hizo para reencontrarse con su gente después de seis años en el “destierro”, no llegaría a la concentración masiva en la calle 72 ni vería a su venerada “Chinita”, como estaba planificado. Por eso antes de salir del avión que lo trajo de vuelta a Venezuela, el líder de Un Nuevo Tiempo besó y abrazó con fuerza a sus tres hijos que lo acompañaron durante el viaje, todos evidentemente conmovidos por la decisión que había tomado su padre días antes: entregarse a la justicia venezolana.
El dirigente opositor, perseguido político desde la época del fallecido presidente Hugo Chávez, estaba al tanto desde temprano de que el Gobierno nacional había desplegado uno de los dispositivos de seguridad más estrafalarios que se recuerde en este estado, como si quien viniera sentado en el puesto 24F del vuelo 1981 de la aerolínea Láser fuera el “Chapo” Guzmán o Walid Makled y no un político que anunció públicamente su regreso. Así que pese a las pretensiones de un grupo agresivo de funcionarios del Sebin que rodearon la aeronave tras su descenso (que fue en el terminal nacional presumiblemente por órdenes militares), a Manuel Rosales no lo capturaron. Él se entregó a motu proprio, convencido de que su encarcelamiento ayudará a la oposición en las próximas elecciones parlamentarias del 6 de diciembre.
Carlos Calderón, jefe de investigaciones del Sebin, lideró la comisión que se trasladó desde Caracas para ejecutar la detención, una orden que dio el presidente Nicolás Maduro. “Vengo a entregarme en paz”, le dijo Rosales al comisario, que estuvo acompañado por el general Tito Urbano, comandante de la Zona Operativa de Defensa Integral de Occidente.
No dejaron ni siquiera las autoridades que al excandidato presidencial lo acompañara su abogado, Jesús Ollarves, ni ninguno de los 14 acompañantes que formaron parte de la comitiva, entre quienes se encontraban los diputados Enrique Márquez, William Barrientos (Asamblea Nacional), Timoteo Zambrano y Delsa Solórzano (Parlatino). Tampoco a sus hijos Ender, Manuel y Carlos, que vieron estremecidos como se llevaron a su padre desde el aeropuerto internacional de “La Chinita” hacia un rumbo desconocido (después se comunicó que en unas camionetas blancas de la GNB custodiadas por motorizados fue trasladado a una avioneta que lo llevó a la capital y recluido de manera temporal en la sede del Sebin del Helicoide), lo que él denominó “la otra cárcel”, pues la primera, el exilio, ya la había dejado 277,93 kilómetros atrás.
El primer encuentro
A pesar de que lo que estaba en juego era su libertad, el dirigente lució distendido y sonriente durante las horas previas a su travesía, que comenzó ayer en la mañana en el hotel Tropicana, donde compartió un café con leche y un sándwich de carne con sus compañeros. Su esposa Eveling Trejo lo había advertido apenas hace unas semanas atrás: “Rosales es un tipo duro”. Y ayer lo demostró con una templanza que contrastaba con la ansiedad y el nerviosismo de quienes le rodeaban.
Caminó el fundador de Un Nuevo Tiempo (UNT) el aeropuerto internacional Reina Beatriz de Oranjestad (Aruba) con la seguridad de que su futuro está en Venezuela, donde espera ayudar a la oposición, da lo mismo si es en las calles de Maracaibo o encerrado en una celda del Helicoide.
Hacía seis años que no recibía un boleto con destino a Venezuela y por eso lo exhibió al cielo como un trofeo. “Es el ticket de la libertad”, soltó Enrique Márquez, presidente de su tolda, quien cree que el Gobierno no solo detendrá a Rosales sino que intentará destruirlo moralmente.
No pasó desapercibida la presencia del exgobernador en la Isla Feliz, donde volvió a sentirse el político que con su estilo coloquial conquistó al pueblo zuliano y que Hugo Chávez prometió en 2008 borrar del mapa venezolano. “Libertad, libertad” y “Venezuela”, gritaron los cientos de compatriotas que se acercaron a Manuel para demostrarle su cariño y a quienes saludó uno por uno, cantando gaitas y prometiéndoles luchar hasta alcanzar el cambio en Venezuela.
Un café y un sándwich más tarde, Rosales lucía igual de sereno y sonriente. No así sus acompañantes, la mayoría de ellos nerviosos e impacientes por la hora y cinco minutos de retraso que tenía el vuelo. “Es una sensación rara. Como hijo tengo mucho miedo de lo que vaya a pasar pero como ciudadano estoy orgulloso de la valentía de este hombre”, relató Ender Rosales acompañado de sus dos hermanos.
Los minutos finales
Evidentemente emocionado por las imágenes que recibía de la concentración de la 72, Rosales demostró el político que es: no dejó cabos sueltos y antes de abordar giró instrucciones para ejecutar cuando fuera detenido: pidió a sus compañeros que asistieran a la concentración y colocaran el video de 12 minutos que grabó en la mañana.
Habían llamado dos veces más a los pasajeros del 1981 de Láser y Rosales, activo en todo momento con su teléfono celular, se sentó a hablar con La Verdad, el único diario que lo acompañó en su viaje de regreso a Venezuela. Pidió a sus seguidores que mantuvieran la calma y que pese a que es víctima de una injusticia manifestaran en paz, pues no quería que su presencia fuera un sinónimo de división en un país ya bastante dividido por la polarización
Jesús Ollarves, su abogado, estaba a su lado. Había declarado en la mañana que a su defendido debían enjuiciarlo en libertad, pero que si el Gobierno nacional se empecinaba en acusarlo, por el delito de enriquecimiento ilícito, según la Ley anticorrupción, podían caerle hasta cuatro años de cárcel, un escenario que ayer en la tarde nadie contemplaba, pues sus más íntimos están confiados de que la estadía del exgobernador en la cárcel será corta, a más tardar el 6 de diciembre.
Atendiendo el último llamado, rodeado de quienes él quiso que lo acompañaran, Rosales subió los 10 escalones que lo llevaron hacía al avión, miró al frente y empuñó con fuerza una bandera venezolana para inmortalizar la imagen de su regreso. Entró ante la mirada expectante del resto de los pasajeros y se sentó rodeado de sus tres hijos para compartir con ellos los 45 minutos que duró su retorno a Venezuela, los últimos que estuvo en libertad.
Rosales está en el Helicoide
Manuel Rosales, exgobernador de Zulia, se encuentra en la sede del Sebín en el Helicoide, Caracas. El dirigente opositor llegó al aeropuerto de La Carlota en un avión oficial que lo trasladó desde la terminal aéra La Chinita. Magaly Vásquez, abogada de Rosales, lo confirmó.
Pasada las 11.00 de la noche, los abogados Vásquez, Morris Sierralta y Jesús Ollarves, junto a Eveling Trejo, esposa del opositor, no habían hablado con Rosales. Esperaban en la sede del Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional para hablar con él.
La defensa del también exalcalde de Maracaibo espera que se celebre hoy la audiencia de presentación ante el Tribunal 19° de Control del Área Metropolitana de Caracas, que lleva la causa desde 2009 cuando el Ministerio Público pidió que se radicara el caso en la capital y no en Zulia para evitar alteraciones del orden público.
Vázquez aclara que desde la detención, la Fiscalía tiene 48 horas para presentar a Rosales, lapso que finaliza mañana.
El Ministerio Público informó que en las próximas horas presentará ante el tribunal al opositor. Precisó que al momento de se detención en el aeropuerto La Chinita (Maracaibo) estuvo presente la fiscal 75º nacional con competencia en Protección de Derechos Fundamentales, Lucy Fernández, junto a un médico forense para hacer un chequeo médico al exgobernador.
La fiscal 5º nacional, Nurbia Arenas, será la encargada de presentar al fundador de UNT ante la mencionada instancia judicial para que exponga su situación y continúe el proceso penal que existe en su contra, reseñó una nota de prensa.
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