Vecinos
Una “piscina” de basura, escombros, restos de chatarras, cadáveres de animales y aguas negras, en la vía principal del sector Pomona da la bienvenida diariamente, a los vecinos del barrio Villa Esperanza. Tiene dos metros de profundidad y toma casi un 70 por ciento del camino a la entrada de la localidad.
Quienes residen allí desde hace más de dos décadas afirman que “el basurero” no es nuevo y que pese a que denuncien el caso a las autoridades competentes aún no reciben soluciones. Rostros inertes y voces de resignación cuentan cómo vivieron y viven desde hace años por la desatención a las necesidades de la comunidad.
Lo que era una calle principal, a los alrededores de la Subestación de la Corporación Eléctrica Nacional (Corpoelec), hoy es prácticamente el basurero de la zona. “Cada vez hay más zancudos, jejenes, moscas, ratas y hasta culebras muertas sacamos ya de ahí. Las denuncias se hacen. La última fue hace dos meses, pero aquí no pasa nada”, comunicó Hendri Chirinos, vecino y trabajador de una ferretería ubicada en los alrededores.
En la calle 115 de Pomona convergen residencias y comercios que están afectados de igual manera, ya que no solo las enfermedades “dicen presente” y deterioran la salud de los habitantes. Las personas que habitan en los alrededores del barrio o en sectores aledaños evitan acercarse a comprar en las tiendas cercanas porque el acceso a pie es una odisea de barro y porquería; pensar en pasar en un carro, una utopía.
Otros males
Chirinos es papá de dos niños: el mayor tiene dos años y el menor solo un par de meses de nacido. Ambos están enfermos de gripe y fueron víctimas de la cantidad de plaga que los acompaña. Así como ellos dos, algunas de las otras 300 familias atravesaron por casos de dengue clásico y hemorrágico. Una de las preocupaciones más grandes para él es que no consigue los medicamentos necesarios para atenderlos y si los consigue, es a un precio sobrevaluado. El trabajo en la ferretería no va bien. Las ventas bajaron porque tráfico es cada vez más complicado en la zona. El mal estado de la vía no solo afecta la salubridad, sino la dependencia económica de las familias que laboran allí.
La soledad de la calle se convirtió también en la oportunidad ideal para que la inseguridad reine. Así como es la basura es “pan de cada día”, también lo son los atracos. Vivir con incertidumbre se convirtió en lo común. Nadie sale una vez que oscurece porque sabe que está en peligro. “Los malandros se esconden en la basura y salen cuando menos lo esperas. Por eso ya nadie sale por aquí. Los niños no salen a jugar, porque esta situación es un peligro para ellos en los sentidos que puedas ver”.
Soluciones propias
Pese a que los vecinos aseguran que hace dos meses insistieron en hacer las presuntas denuncias de la problemática a las autoridades, aún no los atienden. Habitantes decidieron colocar tubos botaderos de aguas negras en el exterior de sus viviendas, ya que en la calle principal del barrio no hay cloacas funcionales. Lo que parece ser una solución inmediata para unos, significa un dolor de cabeza más para otros.
Con las lluvias “la piscina de basura” se llena y el agua corre hasta adentro de las casas más cercanas. Actualmente hay una pared que construyó la comunidad como una respuesta urgente ante las contingencias. “Antes de que ese muro estuviera allí, cuando llovía, los animales muertos y la basura se metían hasta las primeras tres casas. Tuvimos que cerrar esta calle para evitar que la suciedad nos bañara”, explicaron.
Las acciones tomadas hasta el momento fueron iniciativa de los residentes, ya que afirman no contar con el respaldo del consejo comunal, ya que según ellos “lo que hacen es permitir que la gente bote más basura en donde no debe”.