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Luego de que los funcionarios de la Policía regional liquidaron, el pasado lunes a las 11.00 de la mañana, a Eugenio Rodolfo Guillen Báez (29), alias el “Cojo”, y José Gregorio Pérez Mendoza (24), apodado el “Loco de Torito”, evadidos del retén de Cabimas, sus familiares aseguraron a las afueras de la morgue que no se enfrentaron contra los uniformados, los ajusticiaron.
La pareja sentimental de Eugenio, cuyo nombre no reveló, lloraba, gritaba, no hacía más que recordar la llegada de los 15 efectivos a la calle 111 del barrio Mi Esfuerzo, al oeste de Maracaibo. La víctima se encontraba en la cocina, picaba verduras para la sopa de lentejas, cuando el ama de casa le sugirió que hicieran arepas.
Por el pasillo que da hacía las habitaciones vieron pasar a los oficiales, entre los cuales iba una mujer vestida de rosado, los miraron a los ojos mientras le decían al presunto delincuente: “No me vayas a decir que no sois vos”, ante la interpelación, la única respuesta posible brotó de sus labios, “no soy yo”.
De un empujón sacaron a la esposa del antisocial, uno de los oficiales observó a los lejos a un joven, revisaba un teléfono celular frente a su casa, se trataba de José Gregorio. La muerte lo visitó, lo halaron por la camisa que llevaba puesta, lo llevaron a la fuerza para que le hiciera compañía a su compinche.
En el interior de la vivienda se escucharon dos detonaciones, los efectivos les dispararon a los maleantes con un arma de fuego en el abdomen. Los parientes de los sicarios comentaron que las comisiones policiales colocaron un revólver, calibre 38, y una escopeta, calibre 12, junto a los cadáveres, decían que todo se había tratado de un enfrentamiento.