Fieles despiden a Francisco en funeral solemne y sentido: “Adiós, padre”

El ataúd con el cuerpo del pontífice argentino fue colocado en el centro del sagrado, frente al altar, en la plaza de San Pedro sobre una alfombra y junto a un cirio encendido y se colocó encima el libro del Evangelio abierto. Asistieron unos 250.000 fieles, así como delegaciones de 150 países y unos 50 jefes de Estado y Gobierno
Foto: EFE

Apenas había concluido el funeral por Francisco cuando una inmensa pancarta apareció en San Pedro del Vaticano con el texto “ADIÓS, PADRE”, unas palabras que recogían con precisión el sentimiento reinante en la plaza: los católicos lloraban no solo a un Papa, sino a un pastor.

La plaza frente a la basílica de San Pedro y las calles colindantes rebosaron desde la madrugada de fieles, unos 250.000, que quisieron dar en persona su adiós a un pontífice muy apreciado por su humanidad.

El silencio hasta que comenzó la ceremonia solo era roto por los himnos que ensayaba el coro, las pruebas en megafonía, y el zumbido de un dron que sobrevolaba el lugar, hasta que tres cuartos de hora antes del inicio de la liturgia una religiosa comenzó a dirigir el rezo del Rosario.

En algunos rostros no era difícil percibir los estragos de muy pocas horas de sueño, especialmente entre quienes hicieron noche junto a la plaza o se levantaron muy temprano (o no durmieron) para conseguir un lugar privilegiado.

Mientras en el interior del templo los presidentes estadounidense, Donald Trump, y ucraniano, Volodímir Zelenski, abordaban la guerra y discutían de geopolítica, en el exterior se desplegaba toda la pompa vaticana para una de sus grandes ocasiones, que continuará con el cónclave y la elección del nuevo Obispo de Roma.

No es vano, desde hace justo dos décadas no moría un pontífice reinante, por lo que para muchos de los presentes, entre los que había un gran número de jóvenes y de mujeres, se trataba de la primera vez que vivían algo similar.

Ovaciones cerradas

Pocos minutos después de las 10.00 de la mañana (hora local), las exequias dieron comienzo en un ambiente de solemnidad y respeto.

No se oyeron con fuerza cánticos ni gritos, pero sí el aplauso unánime de los congregados cuando el féretro con Francisco salió del templo, y sobre todo, cuando regresó a él para iniciar el cortejo fúnebre hacia Santa María la Mayor.

A las 10.07, la plaza estalló en una ovación cuando, una vez que los mandatarios internacionales, entre ellos Trump y los reyes de España, habían tomado asiento, el féretro apareció a hombros de los “sediarios” tras atravesar la puerta central de la basílica para dar inicio al funeral.

El ataúd fue colocado en el centro del sagrado, frente al altar, sobre una alfombra y junto a un cirio encendido y se colocó encima el libro del Evangelio abierto, mientras los cardenales concelebrantes ocupaban sus puestos.

A partir de entonces, solo los aplausos a ciertas partes de la homilía del cardenal decano del colegio cardenalicio, Giovanni Battista Re, surgieron de entre la muchedumbre. El resto solo era respeto reverencial y una fuerte emoción.

Banderas nacionales (Colombia, España, Polonia, Portugal…) se alzaban sobre las cabezas de los presentes, rodeados por un cinturón de chalecos verdes, parte de los 3.000 voluntarios que movilizó la Protección Civil italiana para la ocasión.

“Fue un Papa entre el pueblo”

El cardenal Re recordó en su homilía que Francisco solía terminar sus discursos y encuentros diciendo: “No se olviden de rezar por mí”.

“Querido papa Francisco, ahora te pedimos que reces por nosotros y que desde el cielo bendigas a la Iglesia, bendigas a Roma, bendigas al mundo entero, como lo hiciste el domingo pasado desde el balcón de esta basílica en un abrazo final con todo el Pueblo de Dios, pero idealmente también con la humanidad que busca la verdad con corazón sincero y tiene en alto la antorcha de la esperanza”, terminó Re, que recibió el aplauso de los fieles.

En su homilía, Re quiso destacar que “estableció contacto directo con la gente, deseoso de estar ahí para todos, con una marcada atención a quienes tenían dificultades, dedicándose a pensar en todo, hasta en los últimos habitantes de la Tierra y en los marginados. Fue un Papa entre el pueblo, con un corazón abierto a todos”.

También que “frente al estallido de tantas guerras en estos años, con horrores inhumanos e innumerables muertos y destrucciones”, el Papa Francisco “no ha cesado de alzar su voz implorando la paz e invitando a la sensatez, a la negociación honesta para encontrar posibles soluciones”.

Y no olvidó su atención a los migrantes con su primer viaje fuera a Lampedusa, “isla que es símbolo de la tragedia de la migración con miles de personas ahogándose en el mar”, o que viajase también a la isla griega de Lesbos y celebrase una misa en la frontera entre México y Estados Unidos, con motivo de su viaje al primero de estos países.

También recordó que el Papa abogó por “construir puentes y no muros”, en la homilía pronunciada ante más de medio centenar de líderes mundiales.

El funeral concluyó con los sediarios que mostraron el féretro a la plaza para que pudiera recibir un aplauso de los fieles y luego condujeron de nuevo el féretro a la basílica de San Pedro para ser llevado en procesión a la basílica de Santa María la Mayor, donde Francisco indicó que quería ser enterrado.

Entre los poderosos y los últimos

Los poderosos del mundo, pero también los últimos, migrantes y desfavorecidos, asistieron al funeral del pontífice argentino.

Delegaciones de alrededor de 150 países y unos 50 jefes de Estado y Gobierno, como los presidentes Trump y Zelenski; el de Francia, Emmanuel Macron, y la presidenta de la Comisión europea, Ursula von der Leyen, entre otros, se situaron en el lado derecho de la plaza de San Pedro.

También cinco presidentes latinoamericanos: el argentino Javier Milei, el brasileño Luiz Inácio Lula da Silva, el ecuatoriano Daniel Noboa, el dominicano Luis Abinader y la hondureña Xiomara Castro, además de los reyes de España, Felipe VI y Letizia.

Mientras, en el lado izquierdo, estaba el “poder eclesiástico”, compuesto por unos 220 cardenales, de los que 133 tendrán que elegir a su sucesor en el cónclave que se celebrará en los próximos días.

Pero también estuvieron invitados, aunque no en la primera fila, pero sí en un lugar privilegiado, la terraza llamada “loggia del maggiordomato”, los amigos del Papa, como el cartonero argentino Sergio Sanchez.

También las asociaciones de ayuda a los pobres y a los migrantes a las que el Papa apoyó en sus doce años de pontificado.

 

 

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