Fomentar el odio entre hermanos

 

La estrategia del dictador comunista fue quebrar la clase media haciéndola culpable de la pobreza de los demás, estigmatizarla y atomizarla. Convirtió a los hombres de negocios en parásitos y a la oposición en escoria. Sacó a flote su resentimiento social retenido y cultivado durante años y se los transmitió con saña y alevosía a un pueblo cándido

Una de las cosas más monstruosas que hizo el que se creyó eterno, además de arruinar al país adrede, fue sembrar el odio entre un pueblo, que hasta entonces había sido alegre, que no poseía rencores de raza ni diferencias de credos y que mostraba una tolerancia política envidiable. Dividió al país en dos bandos: los que han trabajado y progresado, y los que por razones ancestrales aún no han salido de su estado de pobreza. 

A estos últimos les cambió la mentalidad, haciéndoles creer que su condición de necesitado era por culpa de los ricos. Se refería a la clase media y trabajadora progresista, porque los únicos ricos que existen hoy en día son los boliburgueses. La estrategia del dictador comunista fue quebrar la clase media haciéndola culpable de la pobreza de los demás, estigmatizarla y atomizarla. Convirtió a los hombres de negocios en parásitos y a la oposición en escoria.

Sacó a flote su resentimiento social retenido y cultivado durante años y se los transmitió con saña y alevosía a un pueblo cándido, contagiándolo con su odio de clases, su envidia al bien ajeno, su tirria contra quienes tuvieran éxito en la vida y hasta los convenció que robar por necesidad no era un delito. Jugó peligrosamente con los complejos, frustraciones y resentimientos del pueblo con fines proselitistas y creó así la lucha de clases bajo el lema de socialismo patria o muerte. 

Y es evidente, que este interés por los pobres tiene una finalidad eminentemente política, y es la implantación del comunismo, tal como lo detalló Giordani cuando expresó que era necesario mantener la pobreza, ya que allí estaban los votos de la revolución. Porque, pobre que salga de su estado (proletario) para entrar en la clase media (supuesta burguesía) se convierte en enemigo de la revolución. La limosna no saca de abajo a los pobres, los hace parásitos ideológicos y clientelares de una legión inmensa de limosneros vividores y sumisos. 

Todos sabemos que la fuerza del difunto no residía en el socialismo, sino exclusivamente en el lavado de cerebro a los débiles mentales y en la petrochequera que compra conciencias. Veinte años después, la pobreza se ha extendido al 85 por ciento de la población que textualmente se muere de hambre y de la rabia. Que oiga quien tiene oídos…

 

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