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El lema de Pol Pot, líder del Khmer Krahom en Camboya, era: “el que protesta es un enemigo, el que se opone, un cadáver”.
La Kampuchea Democrática, decretada en 1975, escribiría la “nueva” historia del país. Para ello, los jemeres rojos quemaron industrias, escuelas, bibliotecas y laboratorios. Se acabó con todos los medicamentos: los nuevos remedios serían producto de “la sabiduría popular”. Los vehículos fueron también destruidos y se decretó la carreta de bueyes o mulas como el medio de transporte nacional. Se abolió la propiedad privada. Los niños ideologizados denunciaban a sus padres.
La orden de Pol Pot de acabar con “todos los elementos subversivos” se ejecutó con crueldad extrema. Previa tortura, fue asesinada la clase media y todos los profesionales. Llegaron a matar hasta a quienes usaban lentes sólo “porque eran signo de intelectualidad”. El saldo de muertos, más de dos millones.
Esto lo recordé cuando supe del caso de Francisco Márquez y Gabriel San Miguel, dos jóvenes abogados venezolanos que fueron arrestados por la Guardia Nacional el pasado 19 de junio, en una carretera del Estado Cojedes, cuando se dirigían al Estado Portuguesa. Ambos militantes del partido Voluntad Popular, llevaban 3 millones de bolívares en efectivo para pagar gastos de logística del Referendo Revocatorio. A las pocas horas la gobernadora del Estado Cojedes anunció en su twitter que habían arrestado a dos “terroristas”. Tarde en la noche un juez los acusó de “blanqueo de capitales, incitación y flagrancia”. En los días siguientes fueron trasladados a diferentes cárceles hasta que los recluyeron –contra la orden del juez de dejarlos en Cojedes- en un penal en el Estado Guárico, el “26 de Julio”, de presos comunes en su mayoría. Durante los primeros treinta días no les permiten visitas de familiares. Sólo los ha visitado un abogado. Tienen el pelo rapado, visten un uniforme amarillo especial y a Francisco le quitaron los anteojos, a pesar de su fuerte miopía.
Sin investigación, sin juicio, sin derechos procesales. Como en la Camboya de Pol Pot. Este es el camino de las revoluciones que consideran que el único, válido y verdadero pensamiento es el suyo. Que la libertad es una entelequia y que lo que no entra por las buenas, entra por las malas.
A tomar nota, pues…