“Aunque uno crea tener buenas razones, debe estar dispuesto a escuchar la de los otros sin encerrarse a ultranza en las propias, porque lo contrario lleva a la tragedia o a la locura”. Fernando Savater
Los venezolanos estamos claramente en presencia de un orden absurdo y cuando esto sucede, no existe el derecho. Alberto Borea O. lo precisa aún más: “el orden absurdo se convierte en un orden depredatorio o de asaltantes cuando los exaltados se transforman en bandidos organizados”. Esto nos lleva a conectarnos con la teoría del Estado fallido en el que una de sus características es que el gobierno más que su ausencia, es el principal culpable del fracaso del Estado causando enormes daños y males a sus ciudadanos.
En Venezuela, por desgracia, tenemos un gobierno de forajidos, copiando modelos fracasados en el mundo, que han destruido nuestras instituciones fundamentales, lo cual nos aleja cada vez más del desarrollo económico y social y nos acerca peligrosa e irremediablemente al prototipo de un Estado fallido al estilo de Somalia, Zimbabue o Ruanda.
Para recuperar nuestra libertad y la democracia no podemos huir de la lucha, ni perderla por razones fútiles entre nosotros. Estamos conscientes que recuperar la grandeza de la política nos llevará mucho tiempo. Siempre he creído que su ejercicio práctico conlleva una buena dosis de nobleza, como lo es toda actividad que se realiza pensando en el bienestar de los demás. Nuestro esfuerzo presente tiene que estar concentrado en remover los obstáculos y las dificultades que el Estado fallido ha puesto en nuestro camino, mientras, como dice Coelho, llega el día en que el hombre sienta nuevamente orgullo de sí mismo.
Soy uno de los persuadidos de que nuestra participación política es obligatoria, la patria nos los exige en este momento tan desdichado en que en nuestro país se impone la cultura de la muerte y se trastocan todos nuestros principios y valores. Nuestra participación política no se refiere únicamente a la militancia en un partido, quien quiera hacerlo que lo haga con plena libertad porque la existencia de los partidos son esenciales a la democracia. Se trata de participar por considerar que la “polis”, tal como la entendían los griegos, es la comunidad ciudadana en cuyo espacio artificial antropocéntrico no gobierna la necesidad de la naturaleza ni la voluntad enigmática de los dioses, sino la libertad de los hombres, es decir, su capacidad de razonar, de discutir, de elegir y revocar dirigentes.
Pero eso corresponde a una etapa posterior a la derrota del Estado fallido; de la salida del régimen destructor y diabólico; del cese de la usurpación y de la reanimación de la democracia sustentada en los principios que le son inherentes: el respeto, la tolerancia y la justicia. De modo que en el presente lo que se requiere es la acción y participación definitiva de la fuerza, tanto interna como externa, para extirpar el mal que se extiende y profundiza en Venezuela y amenaza a la región americana.