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El régimen tiene tres problemas. El primero es el más grave, el económico. Padece las consecuencias de sus propios errores, la petróleodependencia arraigada de Chávez, más la destrucción premeditada del aparato productivo pasan facturas, así como las sanciones internacionales producto de su ruptura constitucional y democrática. El caos estructural de la nación se acelera sin que el castrismo venezolano encuentre fórmula para remediar, ante la destrucción de PDVSA, el petro (sin sorpresas) resultó el fracaso absoluto que se advirtió, la obtención de recursos por venta furtiva de nuestros minerales no es suficiente. La escasez de divisas y la impresión (o generación electrónica) de dinero sin respaldo dispara la hiperinflación.
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El segundo gran problema es lo social, el descontento crece tras las secuelas del apocalipsis económico, el caos de todo lo público y lo privado enerva la paciencia del venezolano, pueblo aquietado por mecanismos de represión atroces pero que, llegado el momento, el régimen lo sabe, no habrá manera de contenerlo… se desvive en ello.
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En tercer lugar, bien lejos, lo político. Internamente en Venezuela el castrismo tiene controlada la situación, incluso en el plano electoral, sabe que ganando o perdiendo cualquier elección jamás perderá el control de ninguna instancia, pues mantiene el secuestro de la institucionalidad del Estado. En términos de oposición la mantiene neutralizada, el desespero del venezolano crea un ambiente de irracionalidad, donde los seguidores de la oposición se destruyen entre sí defendiendo o atacando a Guaidó, mientras la oposición orgánica no encuentra cómo ejercer lo que le corresponde legal y legítimamente.
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A todo esto, lo internacional es abstracto. El castrismo venezolano solo mantiene la absoluta incondicionalidad de Cuba, ya que la isla (sus tiranos) dependen de nuestras riquezas. China es solo económicamente reactiva, ha entrado en una etapa evaluativa en la que entiende sus inversiones estarán más seguras con un cambio de gobierno institucional. Rusia tiene más problemas que los de sus cofrades rojos rojitos, está llegando al borde de su “solidaridad”. Ahora, los presuntos apoyos de fuerzas terroristas son un “veremos” que, aunque sean ciertas, no podrían mantener al régimen.
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Guaidó, en su segunda oportunidad, ha dado muestras discursivas de cambios. Ha reconocido errores, ha dejado la militancia partidista, ha gritado al mundo en Venezuela que existe un conglomerado terrorista y, probablemente lo más importante, ha dejado en claro que los venezolanos no podemos solos contra un régimen carente de piedad, de escrúpulos.
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Si bien en retórica Guaidó se exhibe mucho más centrado y coherente, lo determinante es pasar del discurso a la acción ¿Qué significa eso? Muchos inferirán un evento militar, pero ello no es la única vía en que la comunidad internacional pudiera actuar, opinamos, las presiones diplomáticas de todo tipo están en ebullición, las ofertas de amnistía, asilos, ciertas exculpaciones, entre otras, deben hacer mella en las filas del régimen en todos los niveles.
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El chavismo hace mucho tiempo dejó de ser un problema exclusivo para los venezolanos, es una contrariedad regional e incluso mundial al tener nublosos lazos con entidades al margen de la democracia, por la diáspora, la corrupción global, etc. El régimen al carecer de legalidad y legitimidad cuenta con confianza cero, incluso entre sus “aliados”. Por lo plasmado aquí, señalamos Guaidó II tiene una oportunidad única, incluso mejor que la del año pasado, la diferencia es que no durará un año sino muchísimo menos, de no saberla aprovechar tengan por seguro aparecerá otra figura protagónica, de ello no tengan la menor duda… lo que sí es cierto es que el régimen y Guaidó están contrarreloj.