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Hay una gran verdad. Hugo Chávez en su afán de buscar solidaridades para su proyecto socialista de parte de la comunidad del Caribe con numerosas pequeñas naciones miembros de la OEA, aparece como el gran responsable del avance de Guyana para consolidar la posesión del territorio Esequibo, y luego lo secunda Maduro.
En el año 2004 , en visita oficial a Guyana, Chávez declaro lo siguiente:” El gobierno venezolano no será un obstáculo para cualquier proyecto a ser conducido en el Esequibo y cuyo propósito sea beneficiar a los habitantes del área”, y agrego que “el asunto del Esequibo será eliminado del marco de las relaciones sociales, políticas y económicas de los dos países”.
En el 2007, 40 soldados venezolanos ingresan al territorio que reclama Venezuela para combatir la minería ilegal. La acción es reclamada por Guyana y Chávez ordena al Vice Canciller viajar a Guyana a pedir disculpas. Son ejemplos históricos de la permisividad con que ha actuado la revolución en el diferendo limítrofe.
Sorprende que el régimen de Maduro , quien era el Canciller de Chávez, de pronto emite un decreto creando las Zonas de Defensa Integral Marítimas e insulares que cubre el espacio acuático jurisdiccional del país y busca resguardarlo.
Esto sucede en momentos cuando Maduro se encuentra contra las cuerdas. Con una opinión desfavorable del 90 por ciento del país, el CNE se resiste a fijar la fecha de las elecciones parlamentarias que a todo evento perdería el gobierno por una diferencia considerable de votos que le darían a la oposición un contundente triunfo para dominar ampliamente la nueva Asamblea Nacional que se debe instalar el 5 de enero de 2015.
Este cronista siente que Maduro, a falta de un Dakazo y de dinero y credibilidad para comprar votos, quiere provocar un conflicto armado con Guyana que no llegue a mucho y promover el “nacionalerismo” para buscar un segundo aire que mejore su precaria popularidad.
Maduro es tan responsable como Chávez del avance de Guyana en la disputa por el Esequibo, llegando al punto de conceder concesiones para explorar, con éxito, los ricos yacimientos petrolíferos de la plataforma marítima en juego. Creo, a la luz de los hechos, que lo que nos queda es el derecho a pataleo.