Guerra por la democracia

Venezuela necesita acabar con este proceso destructivo, Nicolás Maduro y el chavismo deben dejar el poder. Los venezolanos tenemos que tomar las riendas de nuestro porvenir

Estamos en guerra, no en guerra económica como afirma el gobierno de manera irresponsable, con el único objetivo de ocultar su catastrófica gestión. Nos encontramos en guerra para salvar la democracia, una guerra en defensa de nuestros derechos civiles y políticos, en defensa de la libertad.

Necesitamos asumir la realidad, tomar conciencia de la imprescindible necesidad de acabar con la ilegalidad existente, es un deber ciudadano, por el país, por nuestra integridad, por nuestro futuro, por nuestros valores. Para recuperar una sociedad donde todos los venezolanos tengamos los mismos derechos.

Venezuela necesita acabar con este proceso destructivo, Nicolás Maduro y el chavismo deben dejar el poder. Los venezolanos tenemos que tomar las riendas de nuestro porvenir, es urgente rescatar lo que queda, para poder recuperar nuestra propia identidad.

Para ello es necesario reinstalar el estado de derecho, el respeto al ordenamiento jurídico es necesario para estimular la economía y las inversiones, para generar empleo, para producir alimentos, para detener la delincuencia, acabar con la corrupción y recuperar el espacio público.

El momento ha llegado, América Latina está dando un viraje, el totalitarismo del siglo XXI ha fracasado, Brasil y Argentina son un ejemplo de lo que viene. Los acostumbrados a abusar del poder, a oprimir, a no respetar los derechos humanos se inquietan, aprietan las tuercas e intensifican la opresión.

Maduro en Venezuela, Ortega en Nicaragua disminuyen los espacios democráticos, recurren a la arbitrariedad, al abuso de poder, a los militares, a las armas. Arremeten contra la oposición democrática, contra la voluntad popular que ha electo diputados opositores y contra los ciudadanos que protestan legítimamente.

Se trata de una guerra que nos involucra a todos, cada quien debe asumir la defensa de la patria. Ya basta de esperar por un milagro, ya basta de esperar que otros realicen lo que cada uno de nosotros debe cumplir.

Llegó la hora de actuar con rigor, es una obligación que les debemos a las futuras generaciones, es la hora de prometernos otro tipo de vida, de luchar contra la opresión y el hambre que nos imponen para someternos. Civiles, militares patriotas, trabajadores, estudiantes, políticos, profesores, profesionales, obreros todos llamados a ser los nuevos libertadores.

Ya no encontramos alimentos sin hacer colas interminables, no conseguimos medicinas para aliviar nuestros dolores, no podemos salir a la calle sin poner en peligro nuestras vidas. Frente a ello presenciamos el espectáculo de los millonarios bolivarianos, las mansiones chavistas, las fincas robadas y convertidas en sus posesiones particulares, los aviones privados, las cuentas en Suiza, Panamá o Andorra.

Los caballos pura sangre, los yates, los relojes y trajes de marca, el whisky de lujo, el derroche, la borrachera del poder. Producto de la corrupción, del tráfico de drogas, de las comisiones, del robo al erario público, del dinero de todos los venezolanos.

Se cumplió el tiempo, nos quedan pocas salidas democráticas, los escenarios son tres: el revocatorio, la renuncia presidencial o el derecho constitucional a la resistencia, basado en la desobediencia civil establecida en el artículo 350 de la Constitución de la República.

Maduro y sus 40 bolivarianos se niegan a aceptar el clamor popular que exige su salida, sus cómplices serán tan culpables como él. De impedirse el referendo revocatorio se negará la salida pacífica, a partir de ese momento, las rectoras del Consejo Nacional Electoral, se convertirán en enemigas del pueblo, su presencia será entonces innecesaria, quedando reducidas a una especie de enfermedad social, que al igual que un tumor canceroso deberá ser extirpado.

La opción de la renuncia exige una fuerte movilización social, donde los distintos sectores de nuestra sociedad deberán jugar un factor determinante, la iglesia y la presión internacional también.

Los que tienen las armas, tienen la palabra, la última oportunidad de rescatar un honor perdido frente a la injerencia de los hermanos Castro, la confesión partidista-socialista de algunas de sus cabezas y por haber disparado contra su pueblo, poniendo su rodilla en tierra, frente al bocón que vociferaba: “Patria, socialismo o muerte”.

Los militares patriotas tendrán junto a los civiles la responsabilidad de dirigir un proceso de transición, durante el cual se expulsará al opresor y se castigaran los culpables. Se abrirán los canales de la ayuda humanitaria, se iniciará el proceso para sanear la economía y se erradicarán colectivos y milicias.

El rescate de la imagen internacional será prioritario, lo que implica devolverle a la Cancillería su carácter profesional al servicio del Estado y no de un partido político. Revisar los acuerdos perjudiciales a los intereses nacionales y limpiar el territorio de guerrilleros, terroristas, traficantes y extremistas islámicos.

De no producirse esta opción, el único camino que quedará será la resistencia, el artículo 350 de nuestra constitución lo establece: “El pueblo de Venezuela, fiel a su tradición republicana, a su lucha por la independencia, la paz y la libertad, desconocerá cualquier régimen, legislación o autoridad que contraríe los valores, principios y garantías democráticas o menoscabe los derechos humanos”.

Un camino duro y difícil, pero no quedará otra opción. Si queremos ser libres, será el momento de exigir respeto, de colocar funcionarios profesionales sin prontuarios, que trabajen por y para el país.

Ha llegado el momento de crecer, de recuperar nuestras esperanzas, de asumir que nos equivocamos por elegir a Chávez, un resentido con grandes limitaciones para dirigir el país. Que pensaba que desde la televisión con chistes, bravuconadas y palabras soeces, montaba su circo con el que distraía los venezolanos.

Un país no es un abasto, tampoco una hacienda personal, como creían los Chávez, por eso después de los mayores ingresos nacionales que jamás habíamos tenido, nos encontramos frente a la “estafa eterna”, el asalto más grande de la historia que haya sufrido el tesoro público.

La capacidad de destrucción del chavismo superó lo imaginable, PDVSA, la producción de alimentos, la prensa libre, las universidades, las fuentes de trabajo, el sistema nacional de salud, las relaciones internacionales, las reservas en dólares y en oro, todo destruido por la codicia bolivariana. El mismo pueblo que los eligió les exige que se vayan… Así será… por las buenas o por las malas.

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