Habitantes del barrio Cujicito piden vialidad y seguridad

Los vecinos esperan respuestas de las autoridades. (Foto: Maru00eda Fuenmayor)

Las calles de tierra se llenaron de irregularidades, producto de las aguas negras desbordadas. Al menos mil personas habitan la zona, afectadas por falta de alumbrado público, hampa y enfermedades respiratorias

Tres bocas de visita llenas de cauchos, basura y escombros se desbordan cada semana a lo largo de la avenida 38 del barrio Cujicito en la parroquia Ildefonso Vázquez de Maracaibo. La calle no está asfaltada, por lo que la tierra húmeda exhibe irregularidades y baches profundos que dejan el paso de los vehículos.

Masleni Pirado, ama de casa de 60 años, vive en la calle 40A que se cruza con la avenida y contó que cada vez que llueve o llega el agua por tubería, las cloacas inundan la vía completa y el agua se mete a las casas. El olor fétido del río contaminado afecta la salud de sus nietos y al menos cinco vecinos más manifestaron sufrir de resfriados y neumonías constantes por la exposición. 

Aseguró que el consejo comunal no presta atención a los problemas de la comunidad y “parece” que las autoridades regionales se olvidaron de sus calles, ya que barrios como Los Mangos, Los Planazos y la calle 40B fueron asfaltadas en los últimos dos años, mientras ellos pasan a pie las montañas de barro para ir a sus trabajos. “Hubo una mesa de agua el año pasado para atender los botes de agua. Sustituyeron un colector, pero los trabajos los hicieron muy mal porque el problema sigue y peor”.

Juan Alfonso, chofer de la ruta Cujicito 70, indicó que en todo el sector los huecos en la calle los preocupan. Más de un carrito cayó en las bocas de visita sin tomas y no cuentan con los recursos para reparar el tren delantero o comprar cauchos. 

Inseguridad

José Gregorio Hernández, obrero habitante de la avenida 38, mencionó que al problema de la vialidad se suman la inseguridad y la oscuridad en las noches. 

Los postes de luz no tienen alumbrado desde septiembre del año pasado y los “consumidores de droga”, los motorizados y asaltantes aprovechan las penumbras para “hacer de las suyas”. Relató que los trabajadores que deben salir de sus viviendas a las 5.00 de la mañana son víctimas del hampa a diario. En cada esquina quitan comida, dinero y teléfonos, sumado a los “gatillo alegre” que disparan al aire con escopetas y armas de distintos calibres en las tardes y noches. “Por aquí nunca pasan los policías, el Sebin o algún funcionario de seguridad, estamos a la buena de Dios y ya ni los malandros saben qué quitarnos porque no tenemos nada”. 

A la espera

La comunidad espera la intervención de las autoridades municipales y regionales para garantizar la seguridad en la zona donde viven al menos mil habitantes, siendo en su mayoría niños en edad escolar y ancianos.

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