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Venezuela está iniciando su séptimo año consecutivo de decrecimiento, mientras se produce un proceso de dolarización espontánea de la economía, alimentada básicamente por dólares provenientes de la economía ilícita. Por ello, estamos en presencia de una economía donde el PIB se deteriora cuantitativa y cualitativamente.
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Así en el 2020 con una nueva contracción estimada en dos cifras bajas del PIB, hasta el presente, el tamaño de la economía podría estar disminuyendo hasta un 75 por ciento en relación al que teníamos en 2013. Es decir, que si no se opera un cambio político y económico rápido, este año podría culminar con una economía que solo tendría el 25 por ciento del tamaño que tuvo hace siete años, disminuyendo la contribución de la economía legal y creciendo el peso de la economía ilícita.
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Tal proceso de destrucción de una economía en tan pocos años, no tiene precedente histórico. Solo el año pasado (2019), Venezuela tuvo una caída más profunda, que la registrada durante la duración total de la Gran Depresión en los Estados Unidos en los años treinta. Aunque en 2020 según el FMI el decrecimiento estimado de la economía sería de -10 por ciento, menor que el de los tres años anteriores, seguiremos siendo por quinto año consecutivo, la economía de “peor desempeño del planeta”.
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Mientras tanto, en América Latina países como Panamá, República Dominicana, Paraguay, Bolivia, Perú, Colombia, Honduras, Chile, Costa Rica, Uruguay, Brasil, México y el Salvador, tendrán un buen crecimiento o se recuperarán de alguna caída reciente. El caso más notable es el de Guyana, que se estima que será el país con mayor crecimiento económico en 2020 (80 {f3beff16b28ec7d1db614d51b6015be486b8f3c789661a52758baee22f9f2131}), gracias a su entrada en el mercado petrolero, explotando recursos en aguas que nos pertenecen históricamente y que no hemos sabido defender.
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Venezuela entonces, muestra una economía anémica, según el economista G. Cunto, en la que ya no operan sus fuerzas tradicionales de crecimiento: el gasto público, el crédito, la inversión y el consumo. Hoy somos una economía de “puerto, aduanas y bodegones”, que solo nichos no representativos de la población pueden utilizar. La mayoría de los venezolanos solo tienen un salario mínimo diario de 0,16 dólares, después de las medidas de enero, siendo afectados además por el abandono de las actividades estatales y el deterioro de los servicios públicos en general.
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Estamos todavía muy lejos de un rebote económico que nos acerque al crecimiento del PIB. Lo que experimentamos es un simple acoplamiento a lo que pudiera ser un nuevo estado natural de la economía: un equilibrio estacionario, que nos lleva a un no retorno a lo que antes fuimos. Nos hemos convertido en una economía con muy poca capacidad de generar valor agregado legal, mucha para generar valor ilícito, siendo mucho más pequeña y mucho más pobre.
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Si no hay cambios y reformas sustanciales y rápidas, esta situación se agravaría más. El colmo es que en su desespero, ya el régimen agónico adelanta hasta la privatización y desnacionalización de PDVSA.