“Hay días en los que no comemos nada”

Vecina de Lago Azul le contu00f3 a La Verdad las "precariedades" que pasa a diario. (Fotos: Maru00eda Mora)

Entre un grupo de habitantes que protestaba por la falta de agua potable estaba Zulay Luengo, quien contenía las lágrimas ante el hastío que mostraban sus vecinos al denunciar la falta del líquido desde hace más de 20 días

Entre un grupo de habitantes que protestaba por la falta de agua potable estaba Zulay Luengo, quien contenía las lágrimas ante el hastío que mostraban sus vecinos al denunciar la falta del líquido desde hace más de 20 días. Este fue el punto de quiebre para la mujer, de más de 50 años, que detrás de unos lentes de sol ocultaba las ganas de desahogo.

La indignación se le sale por la boca y comenta: “El que me diga que está comiendo bien en este país, gloria a Dios, pero la mayoría no come. Mi hijo y yo siempre estamos mareados porque no comemos”. Para llegar a la protesta Zulay Luengo caminó casi un kilómetro para ahorrarse los 60 bolívares del pasaje y poder comprar “un poquito de yuca” que resolvería el almuerzo de ese día.

La mujer que recuerda con tristeza su esbelta figura, cuenta a La Verdad que ha rebajado 12 kilos en solo tres meses: “hay días que no comemos en todo el día”. Ella se mantiene junto a su hijo adolescente con la venta de desinfectantes, aunque advierte que “eso tampoco da”. “Cuánto puedo vender en un edificio de 63 familias que no compran todos, ni todos los días y ahora no se llevan un litro si no medio y con eso no se come”.

El año pasado la pequeña familia se sustentaba con un abasto que tenía Zulay. “Yo vendía chucherías y refrescos, pero las cosas comenzaron a empeorar, todo está muy caro y se me perdían los productos. Quién va a comprar una chuchería en 350 bolívares cuando la gente necesita un queso. Los productos se me dañaban, tuve que dejar de vender”.

Gracias al trabajo de su hijo como aprendiz Inces y al aporte que la institución le da, hay un respiro en la economía de los Luengo una vez al mes. “Yo lo estiro lo más que puedo, con 300 bolívares de queso comemos dos veces”. La mujer seca sus lágrimas, se disculpa por tanto “dramatismo” y cierra la conversación. Pero antes deja claro que no es la única. “Mis vecinos y mi familia están iguales, parecemos esqueletos”.

Visited 2 times, 1 visit(s) today