Homilia Dominical

Que en este Domingo, Dios ilumine nuestro espíritu con la luz de su templo, que es su palabra, para que podamos reconocerlo como el Señor de nuestra vida, en el día a día de nuestra historia

Hoy en el tercer domingo de cuaresma escuchamos el famoso pasaje que nos trae el evangelista San Juan sobre el momento en el cual Jesús entró en el templo y tumbó las mesas y sacó a los mercaderes del templo (Jn 2,13-25).

En los cultos del cercano oriente la ofrenda es una oportunidad de ofrecer un agradecimiento a la divinidad por algún favor recibido o simplemente muestra de la espera paciente del favor que se desea recibir; así lo vemos en la inscripción egipcia de la esfinge del Faraón Thut Mouse VI, cuando agradece el joven principe a la divinidad con una ofrenda, y él, la transforma en parte de su rutina real; ahora el rey ofrece ofrenda a la divinidad. En nuestro texto, se expresa este gesto de la necesidad de una ofrenda que sea fruto de una sincera presencia de reconocimiento; es decir, ofrecemos ofrenda porque reconocemos la presencia de aquel que la merece, y no sólo por costumbre o tradición.

Cristo busca instaurar un culto más purificado de solo estereotipos vacíos, que al final pretenden complacernos a nosotros mismos y no ha Dios. El evangelista nos presenta una identificación, de la cual la carta a los hebreos es expresión, Cristo es la víctima, el sacrificio, el altar y el templo; por eso nos explica el narrador: “y hablaba de su propio cuerpo”. Cristo es el templo que resucita al tercer día, y que se nos da como víctima, en medio de su sacrificio, siendo, él mismo, el altar del Templo de Dios. 

Que en este Domingo, Dios ilumine nuestro espíritu con la luz de su templo, que es su palabra, para que podamos reconocerlo como el Señor de nuestra vida, en el día a día de nuestra historia. 

Feliz domingo de Cuaresma para todos!!! 

 

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