Venezuela
El huracán Harvey ha sido la noticia mundial de esta semana, al haberse constituido en el desastre natural más devastador que ha impactado a EEUU en la última década. Los vientos, las lluvias y las inundaciones que han azotado al sureño estado de Texas, escapan a cualquier pronóstico, o mejor dicho, confirman los peores.
Las aguas en la enorme y pujante ciudad de Houston han llegado a niveles apocalípticos, colapsando los servicios de emergencia y creando una dolorosa situación humanitaria, empezando por el reporte de los treinta fallecidos que se contabilizan hasta el momento, amén de los 30 mil evacuados. El fenómeno atmosférico sigue su devastadora trayectoria hacia el vecino estado de Luisiana, y aunque lógicamente pierde fuerza, los expertos afirman que aún puede causar mucho daño.
El tema, aunque no lo parezca, toca a Venezuela. Y no solamente porque los coletazos hayan precipitado inusuales lluvias sobre nuestro territorio, sino porque cabe la pregunta sobre cómo afrontaría la Venezuela actual cualquier tipo de fenómeno natural. Y el asunto viene a colación con más fuerza aún tras el temblor sentido la mañana de este pasado miércoles en la gran Caracas. Venezuela no es afectada por los huracanes, pero sí por sismos y por otros eventos absolutamente impredecibles, como lo fue el deslave de Vargas de 1999, el cual sí está fresco en la memoria de mucha más gente.
En medio de la diatriba política que consume el día a día de los venezolanos, en medio de la situación económica que no ofrece síntomas de mejorar, en medio del ejercicio de supervivencia al cual obliga la situación que atravesamos, muchos nos preguntamos: ¿estamos preparados?
Aquí, sentimos que el problema no se plantea, y menos aun cuando las prioridades, las urgencias y la agenda política, económica y social nos marcan tantos temas que hay que atender, lo cual le quita el foco a asuntos tan medulares como el que hoy mencionamos. Debe ser parte de la agenda y parte de la tarea, porque allí está latente la amenaza de un sismo, y la tierra nos lo recordó hace muy poco tiempo. Porque si bien no hay huracanes por estas latitudes, la lluvia también nos juega muy malas pasadas con más frecuencia de la que nosotros mismos aceptamos.
Y porque en nuestra historia reciente, tenemos suficientes antecedentes como para temer la visita inminente de algunos de estos eventos. Sin duda, la preparación para la contingencia puede disminuir sensiblemente los daños, especialmente el sacrificio de vidas, que es lo único que al final del día se constituye en una pérdida irrecuperable.