Todo en nuestro país se ha convertido en informal. Desde la forma de ganarse la vida, hasta la de hacerse con alimentos, de realizar algún trámite y de hacerse de algún bien o servicio. Venezuela se convirtió en un país de buhoneros
La Venezuela que un día conocimos, está muy lejana en el tiempo. Atrás quedaron aquellos tiempos donde el trabajo, el estudio y el esfuerzo tenaz eran los medios para conseguir el progreso y el bienestar individual y colectivo.
En esto últimos 20 años el proceso social venezolano se ha venido pervirtiendo de una manera vertiginosa al punto de que la pérdida de los valores ha atacado los cimientos de la civilidad hasta llevarnos al borde del caos y la anarquía total.
Se ha subvertido el modelo social y económico, pareciera con la finalidad de convertir al ciudadano en un paria solo se mueve en función de dádivas, bonos y regalos que un Gobierno populista ineficaz “in extremis” reparte discrecionalmente para hacer de sus ciudadanos seres única y exclusivamente dependientes de un Estado omnipotente y castigador, que a la menor muestra de desacuerdo o disidencia cierra “la llave del oxígeno”.
Todo en nuestro país se ha convertido en informal. Desde la forma de ganarse la vida, hasta la de hacerse con alimentos, de realizar algún trámite y de hacerse de algún bien o servicio. Venezuela se convirtió en un país de buhoneros, la contracción económica fue yendo contra el empleo productivo a medida que las expropiaciones, las confiscaciones y las intervenciones hacia el sector privado fueron ganando terreno como política de Estado, obligando a que miles de desempleados fuesen haciendo de las calles y de la economía informal su forma de ganarse la vida.
Ese discurso de odio una y mil veces repetido incitando a la lucha de clases, poniendo al que no tiene contra el que tiene y con una impunidad galopante en casi todas las esferas de la vida del país, fueron y siguen siendo el súper alimento para otro monstruo social: La delincuencia. Se hizo buena una máxima de que no había que trabajar por lo que querías sino que podías tomarlo por la fuerza.
Tenemos de todo en nuestra maltratada Venezuela, gente que comercia con la necesidad y el dolor ajeno, con el efectivo, con las medicinas, con los puestos de las colas, con el combustible y con el gas para cocinar, la viveza criolla en desmedro del trabajo se ha ido convirtiendo en una forma de vida en nuestra sociedad cada vez más enferma.
Mientras no tengamos plena conciencia de que el país es de todos y que el beneficio de uno redunda en el beneficio de todos; mientras no hagamos una parada y nos preguntemos qué estamos haciendo por el que tenemos al lado y el de al lado tampoco se pregunte qué está haciendo por nosotros; mientras sigamos poniendo a toda costa por encima, el beneficio personal del bienestar colectivo, tendremos muy poco camino recorrido hacia las soluciones que como sociedad deberíamos demandar de los políticos que nos gobiernan. Seguiremos sumidos en la informalidad.