Lo absurdo en todo esto es que la merma acentuada de la calidad de vida del venezolano, el hambre, la desnutrición manifiesta y la falta de medicamentos, partes e insumos, ocurre en un país rico que flota sobre un lago de petróleo
El reciente informe de Cáritas-Venezuela presentado en la ONU refleja en cifras y resultados la cruel anatomía de la crisis venezolana. Para variar, Maduro, en vez de tomar conciencia de la gravedad del asunto que afecta a los venezolanos y extranjeros que conviven con nosotros, optó por arremeter contra sus críticos -esta vez la prestigiosa Cáritas-, descalificándola y viendo conspiración y golpes bajos donde solo se dice la verdad.
¿Cuál es esa verdad que describe la honorable ONG de la Iglesia Católica? La de la apremiante emergencia nacional habida cuenta de que el pueblo venezolano está sumido en una situación de hambre con desnutrición severa infantil, muerte y el 15 % de la gente rebuscando en los pipotes y bolsas de la basura algo que comer.
Para Cáritas Internacional, según datos oficiales el 68 % de los venezolanos han tenido que recurrir a estrategias de supervivencia que implican la búsqueda de comida y la prostitución. La referida ONG informó que la desnutrición aguda habría subido del 5 % en 2016 a 30 % en diciembre de 2017.
En resumen, Venezuela se ha convertido en un estado fallido “cuyo Gobierno no tiene capacidad para prestar servicios básicos y procurar el bienestar de sus ciudadanos, en especial, niños y adolescentes”.
El Secretario General de la OEA, Luis Almagro, en una reunión informal del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, explicó que ningún país “puede ignorar lo que está sucediendo en Venezuela ni ser complaciente con la violación sistemática de los derechos humanos” por parte del Ejecutivo.
Según el informe señalado, un 62 % de los supuestos beneficiarios del paquete de alimentos llamado CLAP dice no haber visto jamás alguno. “A pesar de que existe un aumento muy significativo y súbito de lo que se conoce como déficit nutricional agudo en los niños venezolanos -con delgadez extrema-, el Estado, el cual tomó el control del sistema alimentario, lejos de garantizar el derecho a la alimentación de la población, se ha convertido en un vendedor más de alimentos, en un circuito comercial donde se mueve mucho dinero”.
Ya Aristóbulo Istúriz, quien con mucha frecuencia se le va la lengua diciendo impertinencias, había señalado lo siguiente: “No, los CLAP nunca fueron con fines alimentarios, fueron con fines políticos”.
Otra parte del informe de Cáritas señala: “La mayor parte de la población abarcada de manera directa por Cáritas está en situación de pobreza y el 80 % de ella está conformada por chavistas” que reciben con cariño la ayuda integral de la Iglesia, muchas veces sin tener la más mínima idea de donde proviene”.
Lo absurdo en todo esto es que la merma acentuada de la calidad de vida del venezolano, el hambre, la desnutrición manifiesta y la falta de medicamentos, partes e insumos ocurre en un país rico que flota sobre un lago de petróleo.-