La escritora chilena Isabel Allende presentó este martes en una sala de Nueva York su última novela titulada “Mi nombre es Emilia del Valle”, ante un público compuesto mayoritariamente por mujeres quienes mostraron regocijo gracias a sus reflexiones espontáneas sobre la literatura, la vida, la política o el sexo, con una libertad de tono muy aplaudida.
“Mi nombre es Emilia del Valle” narra la historia de una joven cuyo padre; un aristócrata chileno, desapareció cuando ella era niña. A sus 19 años, Emilia viaja desde California hasta Chile para cubrir como periodista la guerra civil de fines del siglo XIX a su vez que sigue el rastro de su progenitor.
Pese a haber sido escrita originalmente en español, la novela salió a la venta este martes en su versión en inglés para Estados Unidos, mientras que estará disponible el 20 de mayo en su versión para España y Latinoamérica.
Llamadas a 'la resistencia' política en EE. UU.
Allende, reconocida simpatizante demócrata, no rehuyó ningún tema, ni siquiera el momento político crucial que vive Estados Unidos, un país en el que ella reside desde 1988 y del que es ciudadana desde 2003. Recordó que "la democracia, como la salud, solo se valora cuando se pierde", y dijo que en este momento se siente "conmocionada, pero sin miedo".
En este sentido, consideró importante mantener la "resistencia" por los migrantes, y los derechos reproductivos . Lo importante, dijo, es permanecer "conectados con los demás, compartir el estrés, el miedo, pero también las alegrías".
Reconoció que hay un individualismo en la sociedad estadounidense que hace sentirse a las personas muy solas -puso como ejemplo los miles de familias que solo se encuentran una vez al año, para celebrar Acción de Gracias-, y contrapuso a esto la idea "clánica" que aún no se ha perdido en las sociedades latinoamericanas.
La autora reivindicó su carácter latino: "Me siento tan cerca de un puertorriqueño como de un chileno. Los conquistadores españoles nos quitaron todo, pero nos dejaron la lengua. Yo ahora me siento conectada con cualquier persona en Latinoamérica", exclamó.
En cuanto al proceso creativo, dijo que para escribir necesita tres cosas, "tiempo, soledad, y silencio", y confesó que casi no escucha música porque la distrae en la tarea de escribir; además, dijo que la vinculación con una obra la pierde "a los 25 minutos de su publicación", y ya está pensando en la siguiente. Al respecto, bromeó con la anécdota de un traductor rumano que le consultó sobre una obra escrita hace siete años y dijo: "no sabía ni de qué me hablaba".
Espontáneamente feminista
Pero lo que más aplausos cosechó entre el auditorio fueron sus referencias al feminismo, de tono totalmente espontáneo y "sin filtros", como dijo la moderadora. Por ejemplo, cuando recordó a una madre que encadenaba trabajos para sacar adelante a sus hijos tras el abandono de su marido y que con solo seis años la pequeña Isabel ya sintió, sin siquiera entenderlo, que una mujer "cuando depende, obedece".
Recordó cuando la famosa agente española Carmen Balcells -que labró la carrera de Vargas Llosa o García Márquez- le dijo tras publicar "La casa de los espíritus" (la obra que la consagró) que todo en su carrera le iba a costar "el doble que, a un hombre, solo por ser mujer".
Y finalmente celebró el auge de las autoras de ficción, aunque no le cabe ninguna duda: tiene que ver con un fenómeno de mercado desde que las editoriales vieron que son las mujeres las que más consumen ficción en literatura, proclamó.
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