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El tercer domingo de Pascua, tradicionalmente proclama el episodio de la manifestación de Jesús Resucitado a dos de sus discípulos y compañeros, el texto lucano es denominado “El camino de Emaús”, haciendo alusión al lugar de la aparición del resucitado; intentemos también nosotros hacer esta travesía espiritual, y dejémonos sorprender por aquél que sale a nuestro encuentro.
Como los discípulos también nosotros podremos ir de camino, huyendo del sufrimiento y el escándalo que representa el mal en nuestra sociedad, en las últimas semanas hemos vivido una batalla sin tregua, una lucha social y consiente por revindicar nuestro derecho a la paz y la libertad, a vivir en democracia. No ha sido fácil, hemos visto la cruenta represión, la muerte de los inocentes, la soberbia de los poderosos e incluso la burla de los esclavizadores. Pero vamos todavía de caminos, a nosotros también se nos acaba la esperanza, la fe empieza a dudar, el cansancio nos agobia, el humo del gas de la maldad nos ahoga.
A nuestro encuentro sale un personaje misterioso, camina con nosotros, nos explica que es necesario entender el sentido redentor del sufrimiento, que sólo el amor es el camino de la vida, que el sacrificio y la entrega de la propia vida no es en vano, cuando se cumple la palabra de: “No hay amor más grande, que aquel que da la vida por sus amigos”.
Nuestro corazón se enciende como una lámpara en medio de la noche, comenzamos a entender por la palabra de este que camina con nosotros, que después de esta hora oscura, después de este miedo, después de tanto terror, es posible la reconciliación, es posible de nuevo reunirnos, es posible que nos sentemos en una misma mesa.
Nuestro camino aún no ha terminado, todavía nos falta mucho por aprender y escuchar del maestro, todavía en medio de la oscuridad de este tiempo, pero debemos seguir en la travesía de la fe, y debemos rogar como aquellos viajeros: “Quédate con nosotros, Señor, que se hace tarde”; quédate y camina a nuestro lado, quédate porque sin ti podemos perder el rumbo, podemos caer en la violencia o en la venganza, quédate con nosotros, Señor, mientras pasa esta noche oscura, quédate y parte el pan de tu pascua en medio de nosotros.
“Lo reconocieron al partir el pan”, también nosotros podremos reconocerlo en la Eucaristía, en la mesa de la Iglesia, de la familia, de la comunidad, es Cristo que no nos abandona, ni en el momento más terrible, ni en la hora más oscura, Cristo resucitado que viene con nosotros, camina con nosotros, junto a nosotros, y quiere darnos de su Palabra y de su Pan, capaz de transformar nuestras vidas. Por eso podemos seguir caminando.
Raymundo A. Portillo.
Rixio G. Portillo.
Evangelio (Lc 24, 13-35)
El mismo día de la resurrección, iban dos de los discípulos hacía un pueblo llamado Emaús, situado a unos once kilómetros de Jerusalén, y comentaban todo lo que había sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús se les acercó y comenzó a caminar con ellos; pero los ojos de los discípulos estaban velados y no lo reconocieron. Él les preguntó: “¿De qué cosas vienen hablando, tan llenos de tristeza?”. Uno de ellos, llamado Cleofás, le respondió: “¿Eres tú el único forastero que no sabe lo que ha sucedido estos días en Jerusalén?" Él les preguntó: “¿Qué cosa?” Ellos le respondieron: “Lo de Jesús el Nazareno, que era un profeta poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo. Cómo los sumos sacerdotes y nuestros jefes lo entregaron para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que El fuera el libertador de Israel, y sin embargo, han pasado ya tres días desde que estas cosas sucedieron. Es cierto que algunas mujeres de nuestro grupo nos han desconcertado, pues fueron de madrugada al sepulcro, no encontraron el cuerpo y llegaron contando que se les habían aparecido unos ángeles, que les dijeron que estaba vivo. Algunos de nuestros compañeros fueron al sepulcro y hallaron todo como habían dicho las mujeres pero a Él no lo vieron”. Jesús les dijo: "¡Qué insensatos son ustedes y qué duros de corazón para creer todo lo anunciado por los profetas! ¿Acaso no era necesario que el Mesías padeciera todo esto y así entrara en su gloria?" Y comenzando por Moisés y siguiendo con todos los profetas, les explicó todos los pasajes de la Escritura que se referían a Él. Ya cerca del pueblo a donde se dirigían, El hizo como que iba más lejos; pero ellos le insistieron, diciendo: "Quédate con nosotros, porque ya es tarde y pronto va a oscurecer". Y entró para quedarse con ellos. Cuando estaban a la mesa, tomó un pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. Entonces se les abrieron los ojos y lo reconocieron, pero Él se les desapareció. Y ellos se decían el uno al otro: "¡Con razón nuestro corazón ardía, mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras!". Se levantaron inmediatamente y regresaron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once con sus compañeros, los cuales les dijeron: "De veras ha resucitado el Señor y se le ha aparecido a Simón." Entonces ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.