Juventud y violencia en América Latina

Si a los focos de pobreza y desempleo de las grandes ciudades sumamos la creciente emigración de la población joven desde el ámbito rural, encontramos un contexto de superpoblación y pobreza que es el humus perfecto para el crecimiento de todo tipo de vandalismo y violencia

América Latina presenta los índices más elevados de violencia la cual se ha transformado en uno de los principales problemas que obstaculizan el desarrollo y afecta cada vez más a los estratos jóvenes de la sociedad.

La ecuación violencia y juventud no debe verse como problema inherente a la edad. Sus raíces están ancladas en la pobreza, la desigualdad y unos sistemas educativos obsoletos y faltos de la financiación necesaria.

Un tercio de los hogares urbanos y la mitad de los rurales se encuentran en situación de pobreza. Si a los focos de pobreza y desempleo de las grandes ciudades sumamos la creciente emigración de la población joven desde el ámbito rural, encontramos un contexto de superpoblación y pobreza que es el humus perfecto para el crecimiento de todo tipo de vandalismo y violencia.

Otros factores determinantes son la elevada natalidad, especialmente en mujeres demasiado jóvenes que no tienen la madurez para proporcionar una educación adecuada a sus hijos; la separación de espacios públicos de relación social y la segmentación de los servicios básicos. Se gesta así un aislamiento social en el que los adolescentes quedan relegados a las influencias que germinan en la interacción cotidiana de las calles del vecindario, con jóvenes que comparten las mismas carencias.

Las estructuras familiares rotas y un contexto hostil, unidas a una etapa marcada por el cambio y la necesidad de referentes, generan una falta de pertenencia que suplen las “bandas”. El joven es una persona por hacer, que necesita ser integrada y desempeñar una actividad.

La juventud es la etapa que debe dedicarse al aprendizaje de conocimientos y actitudes que se desarrollarán a lo largo de la vida; es el motor de desarrollo de un país, perder a la juventud es una manera de castrar los niveles de desarrollo. El problema es que a veces estos aprendizajes se convierten en máster callejeros de vandalismo y reglas de robo e intimidación. Hacerse adulto a golpe de machete.

El cambio debe apoyarse en medidas políticas específicas para la juventud. Aumentar la inversión en educación de calidad y fomentar la preparación para entrar en el mercado de trabajo. Políticas destinadas a la mujer y a la educación reproductiva. Medidas de integración social que acaben con los guetos en las ciudades. En los últimos años se han realizado avances, pero la apuesta ha de ser mayor.

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