
La señora de 72 años es descendiente de la hermana de Simón Bolívar y siempre está en las primeras líneas de las marchas opositoras. Confeccionó la gran bandera nacional de 30 metros que han extendido en avenidas de Caracas y brinda apoyo a los muchachos de la “resistencia”, confeccionándoles chalecos para reducir el impacto de las bombas y los perdigones
– Si no me vuelves a ver, es porque me mataron. Me pones una bandera de Venezuela encima.
Con esta frase Belén Sardi dio por terminada la conversación con una de sus hijas, que buscaba persuadirla de que no saliera a protestar y, enfundada en una camisa blanca, se puso una gorra, sus lentes de sol y tomó un morral, con una máscara antigás pequeña, un frasco de Malox y un pañuelo dentro. Abrió la puerta de su casa en el este de Caracas y se perdió buscando la multitud.
Mientras avanzaba por la calle iba rezando un Padre Nuestro y el Ave María. A veces piensa que podría morir en las protestas, pero rápidamente conjura ese pensamiento y, por si acaso, se encomienda a Dios. No quiere ser parte del ya abultado número de muertos en manifestaciones contra el gobierno de Nicolás Maduro. Pero tampoco quiere quedarse en casa.
Lleva zapatos negros de goma. Sus pasos son rápidos y firmes. Sobre su cuello cuelga una cuerda tricolor, que sostiene una pequeña cámara con la cual registra cada marcha a la que asiste. En el bolsillo de su pantalón guarda un celular pequeño y sencillo, de los que solo sirven para hacer y recibir llamadas. Sale siempre al encuentro de Eliana, su amiga y compañera de marchas, en una cita no pactada.
Eliana es alta y de contextura gruesa. Usa el pelo corto, aunque lo tiene frondoso. Su cabellera blanca casi siempre está cubierta por una gorra. Belén en cambio oculta sus canas con tinte dorado. Se pinta los labios. Su piel tostada parece tener un bronceado permanente. Es de sonrisa amplia y contagiosa. Siempre está en movimiento. Su cuerpo no revela su edad.
Ya en la calle asume el liderazgo. En ocasiones, Eliana se apoya en su brazo, y Belén, como si fuera un lazarillo, la guía. Varias veces la ha sacado en medio de los gases, cuando la nube blanca no le permite ni siquiera ver sus zapatos. Llevan años marchando juntas. Belén evita hacerlo sola, y no por miedo, sino porque se reconoce en una guerra no convencional.
– Estamos librando una batalla en la que somos minoría y es mejor no dar ventaja.
De cada movilización ha salido ilesa, con impactos mínimos en el cuerpo y una experiencia que con el tiempo le ha agudizado los sentidos para moverse con confianza en medio de la represión. No han sido pocas las veces que se ha enfrentado a la guardia y a la policía. Ayuda a sacar heridos, limpia rostros invadidos por los gases.

El rostro se le ilumina cada vez que habla de aquel día. Tejió el escudo y 7 estrellas sobre la tela grande, suave. Lloró cuando vio desplegar la bandera entre la gente, en plena Plaza Altamira.
Esta crónica fue escrita por Carmen Andrea Rengifo y puede leerla completa en www.lavidadenos.com