La agenda de la libertad

Hoy el pueblo se insufló de arrojo para defender sus derechos ante cualquier riesgo. Sobran razones para emprender esta batalla que apenas comienza

La agenda política de los últimos días parece un calcetín con hoyuelos, volteada varias veces con intrepidez y valentía, pero con los mismos orificios descomunales de no existir un estado de derecho a donde recurrir para validar la ley escrita en la Constitución.

La procedencia y concreción del referendo revocatorio en una nación irrespetada por un sistema despiadado, se convirtió en un sueño premonitorio, pues estaba cantado que jamás lo iban a validar. Inventaron competencias a tribunales regionales para derogar las firmas ya aprobadas y continuaron con la misma farsa institucional, con la gastada vocería del órgano electoral con su túnica de alfeñique sumido a los dictámenes de Miraflores. 

Inmediatamente se desmigajó el almanaque y la AN, ni corta ni perezosa ante el atropello de la negación del plebiscito, desestimó el descanso dominical para sesionar y tomar resoluciones a su cuenta y riesgo, manejando las posibilidades de desenmascarar la nacionalidad presidencial y activar los mecanismos para enjuiciar -así sea con supuestos internacionales, pues los juzgados yacen secuestrados por el régimen- a un Presidente que sigue hablando con una realidad retorcida y solo creíble para los obtusos.

Fue una escena pavorosa ver ese domingo a las hordas oficialistas entrar al hemiciclo legislativo sin preámbulos, con la violencia de los desacatos, respaldadas en un principio por políticos que después debieron de revertir sus propósitos, pues la propia fuerza militar del lugar viró su aprobación inicial y asumió la protección de los diputados y el orden, tal vez porque los ojos del mundo estaban sobre ese acontecimiento o porque realmente las Fuerzas Armadas se encuentran fragmentadas y convulsas frente a tanta ilegalidad excesiva.  

El diálogo es una quimera, una fumarola ilusoria en una dictadura que todos los días muestra su exhalación de excesos. Pero la oposición sigue en la batalla por comprender sus propios hallazgos. No puede darse a la tarea de deliberar con la dictadura, que solo sabe de opresiones y busca la artimaña diaria para disminuir y atribular a sus enemigos políticos. Mientras estas acciones suceden, el Gobierno se ve como atropellado, lanzando aumentos del salario mínimo sin pensarlo mucho, invocando por el diálogo sin perder su tono descalificador y con cadenas televisivas abrumantes.

La fuerza de la fe parece sobrepasar los parámetros anteriores. Hoy el pueblo se insufló de arrojo para defender sus derechos ante cualquier riesgo. Sobran razones para emprender esta batalla que apenas comienza, pues desarraigar del trono a los tiranos no es una tarea sencilla.

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