Para la dictadura, la “bicha” no pasa de ser letra muerta, una proclama retórica, un medio de propaganda y una tremenda oportunidad para que el ilegítimo Tribunal Supremo de Justicia la tergiverse a su conveniencia para justificar las más grotescas violaciones de todos los derechos
La Constitución de 1999, como la de otros países latinoamericanos, fue diseñada para sociedades utópicas e ilusorias que no se parecen en nada a nuestra realidad social. Ya de por sí, el concepto de democracia, en el cual un analfabestia parásito de la patria, anula el voto de un letrado estadista que ha dedicado toda su vida al estudio y a la formación es irracional.
Pero el intergaláctico vendió la idea de que el Estado debía mantener a todo holgazán o maleante y para eso creó las cientos de misiones y ayudas para asegurarse el voto mediante bozal de arepas. Daba pena ver a Maduro chantajeando al pueblo con la nueva misión “Chamba mayor” y las míseras limosnas a través del carnet de la vergüenza en la víspera del 23 de enero. Más pena dio cuando los viejitos no pudieron cobrarlas porque no había dinero.
Para la dictadura, la “bicha” no pasa de ser letra muerta, una proclama retórica, un medio de propaganda y una tremenda oportunidad para que el ilegítimo Tribunal Supremo de Justicia la tergiverse a su conveniencia para justificar las más grotescas violaciones de todos los derechos. Prueba de lo anterior es que en los últimos 20 años jamás un tribunal ha anulado o suspendido alguna acción gubernamental y jamás le ha dado la razón a la oposición.
El pueblo eligió por mayoría arrolladora la Asamblea Nacional, los chavistas, en uso de la famosa Constitución, inventaron un cuento chino y desincorporaron a los diputados necesarios para evitar que se lograra el control total de la AN. Como si fuera poco, fantasearon una constituyente paralela, violatoria de todos los principios democráticos, al tiempo que anularon o inhabilitaron a todo candidato o partido con opción de triunfo.
Es increíble que esta dictadura todavía esté en pie, cuando textualmente hablando, todo el mundo reconoce que la elección presidencial de 2018 no fue cristalina. Pero el aliciente es que ya vienen elecciones verdaderamente democráticas y según la “bicha”, los delitos contra la cosa pública no prescriben ni tienen salvaguarda territorial. Quien los comete no tendrá tiempo ni espacio seguro donde esconderse. Como diría Rafael Caldera “la Constitución Nacional es como el inglés; se escribe de un modo y se pronuncia de otro”. Que oiga quien tiene oídos…