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Steve Job creador de Apple –en nuestros tiempos– enfrentado a la muerte, dijo lo siguiente:
“Dios nos ha formado de una manera que podemos sentir el amor en el corazón de cada uno de nosotros, y no ilusiones construidas por la fama ni el dinero (…). Hagan tesoro en el amor para su familia, en el amor por su esposo o esposa, en el amor por sus amigos…
Trátense bien y ocúpense del prójimo”
Jesús de Nazareth (ecce homo) –hace 1983 años y, enfrentado a la muerte ante el pueblo judío en un juicio provocado por la casta patriarca del Sanedrín– dijo lo siguiente ante las increpancias de Pilatos:
“Dad al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios” (…) Mi reino no es de este mundo; si mi reino fuera de este mundo, mis servidores pelearían para que yo no fuera entregado a los judíos; pero ahora mi reino no es de aquí”
De tal forma, aquellos que no sienten la vergüenza de plantarse ante la muerte con el arrepentimiento -¡posiblemente innecesario, por cierto!- se muestran ante el mundo, y no con la insolencia de hacerse de una justificación para solapar crímenes, como lo hacen otros: narcisistas dañinos, totalitarios populistas y tiranos malignos en nombre de Dios y de su debilidad espiritual; producto de la voluntad de poder que les mina la conciencia.
Decir que Jesús era revolucionario para motivar al pueblo es un recurso mediático, perverso, dirigido a las masas populares en función de crearle una idea errada de la actividad real de quienes manejan en nombre de la democracia al socialismo comunismo, es sencillamente una blasfemia. Si Jesús hubiese sido revolucionario hubiera aceptado el liderazgo de las bandas rebeldes judeo-palestinas, que abundaban en su época contra la ocupación romana de 100 años. Pero no, su mensaje era de amor, el único sentimiento del que adolece, incluso actualmente, el mundo para mantener la paz y la armonía entre los hombres.
En política lo ideal es mantener una posición media entre la indigencia y la riqueza y no tratar de destruirle como practican los socialistas-comunistas.
Platón acerca del amor dice:
“No es pobre jamás el Amor, ni tampoco rico. Se encuentra en el término medio entre la sabiduría y la ignorancia”.
Pitágoras dice:
“Al pueblo hay que mantenerle en término medio entre la indulgencia y la riqueza, pues el pobre es vil y el rico es insolente”.