lunes, diciembre 16, 2024
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La Catedral del Mar: Medioevo catalán (S.XIV)

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El perdón cristiano está ausente y el amor romántico es una utopía que “La Catedral del Mar” trata de rescatar del naufragio unánime de todos sus protagonistas. Esta inocencia conceptual, desde la tragedia circular, hace de “La Catedral del Mar” un suceso inesperado

Tengo mis reservas, que seguramente forman parte de los prejuicios debilitantes, sobre las producciones españolas, y más si se trata de series. Hoy, este supuesto empieza a cambiar luego de ver con mucho regocijo: “La Catedral del Mar”. Ambientada en Cataluña en pleno siglo XIV, el siglo de la peste y del miedo (Georges Duby, 1919-1996). “La Catedral del Mar” es una clase de historia dramatizada alrededor de la vida de un labriego muy pobre, y sobre todo, de su hijo justiciero. Solo que aquí la justicia es apenas un guiño sobre una fatalidad omnipresente y devastadora. 

Además, la historia de los impulsos invisibles, unos legítimos y otros francamente perversos, convierten esta atónita mirada sobre el medievo en una punzante crítica sobre una humanidad bárbara. Cristianos persiguiendo a judíos. Guerras inútiles. Matrimonios de compromiso. Mujeres invisibles. Peste y muerte. Inquisición e intolerancia. Pueden ser capítulos para seminarios enteros y que en “La Catedral del Mar” gráficamente se presentan desde un realismo sin concesiones. 

Los universos cerrados en “La Catedral del Mar” contrastan con el puerto de Barcelona y la salida al Mar Mediterráneo, que según Henri Pirenne (1862-1935) en el siglo VIII se convirtió en un “lago musulmán” e hizo de la Europa un continente periférico, marginal y ensimismado. El mar abierto es apertura comercial mientras que las ciudades medievales prácticamente se redujeron al castillo señorial sobre poblaciones de siervos y esclavos, cuyo hábito elemental fue comulgar con una pobreza itinerante. ¿Cómo esa humanidad podía sostenerse desde unas condiciones de la vida material tan precarias y un entramado social adverso y desigual? La respuesta la encontramos en el ámbito de los dioses. 

Una virgen, la Virgen de Santa María del Mar, como aliento espiritual de toda una comunidad para darle algún sentido al sinsentido. Y aún así, todo el edificio de la superestructura ideológica, tanto la mundana como la religiosa, fueron elaborados a la medida de las clases dirigentes en el poder. Construir una catedral cuyos picos bordearan el cielo para contactar a Dios, era toda una proeza de una población cuyas expectativas de vida no pasaban de los 35 años de edad. 

En “La Catedral del Mar” el medioevo es presentado como una ruindad. Una época de despojos en donde el bien apenas puede contra el mal. Documentar esto lo hace muy bien la serie a través de una escenografía idónea junto a una fotografía adecuada y unas actuaciones por encima de la media. Luego está la “novela” donde la comedia humana, aburrida y reiterativa, hila una trama sobre el deshonor. (“¿A quién llamas malo? A quién siempre quiere avergonzar.

¿Qué es para ti lo más humano? Ahorrar vergüenza a alguien. ¿Cuál es el sello de la libertad conseguida? No avergonzarse más de sí mismo”. Friedrich Nietzsche, 1844-1900). El perdón cristiano está ausente y el amor romántico es una utopía que “La Catedral del Mar” trata de rescatar del naufragio unánime de todos sus protagonistas. Esta inocencia conceptual desde la tragedia circular hace de “La Catedral del Mar” un suceso inesperado.

 

 

 

 

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