La cola nuestra de cada día

Al Gobierno se le fue de las manos ese escenario, el que no podrá controlar ni siquiera con medidas represivas y esto solo podría ser posible desmontando el control de cambio

No ha salido el sol y ya se han formado las colas con la presencia de bachaqueros venidos de todas partes y así ocurre diariamente con un solo objetivo: llevarse todo lo que puedan comprar y alimentar el contrabando y el mercado negro de alimentos, obteniendo pequeñas ganancias; por cuanto las mayores van a manos de quienes financian ese mercado. Son muchos millones de bolívares los que se mueven en esa actividad que ha crecido en forma incontrolable y surgiendo de la misma, ante la dificultad para contrabandear hacia Colombia, una segunda fase, un mercado secundario en las mismas ciudades a los que acuden los compradores que se abstienen de ir a una interminable cola y como consecuencia se ha instaurado una operación telefónica para hacer pedidos, provocando un aumento especulativo de los precios a pagar y expandiéndose esta tendencia hacia todo el comercio informal existente, sin importar si se trata de productos básicos o no, necesarios para la vida diaria. 

Estamos ante un verdadero caos y colapso de la actividad comercial en la que el Gobierno lleva la peor parte, ante la imposibilidad de obtener los impuestos que deberían ser percibidos.  Es toda una operación de ganar-ganar en la cual los ciudadanos son los grandes perdedores. Son miles los venezolanos que participan de esta actividad comercial. El país se convirtió en un gran mercado de buhoneros minoristas especulativos, el cual se nutre de la angustia ciudadana al pensar en las dificultades que tiene que superar para comprar sus alimentos. 

Al Gobierno se le fue de las manos ese escenario, el que no podrá controlar ni siquiera con medidas represivas y esto solo podría ser posible desmontando el control de cambio y estableciendo un precio único del dólar, que por lo menos esté a la par de la convertibilidad dólar-peso colombiano; además de crearse una nueva política de importaciones con un dólar a ese precio y para evitar la fuga de capitales, establecer un mercado de divisas de entrega posterior a la entrada de los productos importados al país. 

Si ya los venezolanos pagamos lo que consumimos a dólar libre no vemos impedimentos para que no se acabe con el actual mercado cambiario. La peor política es aquella que no se toma. Aún queda un tiempo precario para actuar. La anarquía económica nos destruye y empobrece. 

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