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Cuando se inicia un nuevo año, Venezuela se encuentra en medio de hechos políticos de corte autoritario que aumentan la incertidumbre y menoscaban la confianza. Nuestra economía sigue atrapada en un túnel sin salida. Iniciamos la tercera década del siglo XXI, en medio de una contracción económica que inicia su séptimo año consecutivo, fenómeno nunca experimentado en nuestra historia económica. Ningún cambio se avizora en la economía real, mientras se acentuará el proceso de conformación de una economía bimonetaria, donde el bolívar, cada vez más depreciado, es sustituido por el dólar.
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Se estima que durante el año que se inicia, la dolarización sin ningún basamento legal, alcanzará aproximadamente el 65 por ciento de las transacciones del mercado. Pero cuando algunos especialistas estimaban que estábamos abandonando la hiperinflación, hemos iniciado un año con devaluación acelerada del bolívar en relación al dólar, en medio de una economía inundada de bolívares inservibles, de petros incobrables por el ciudadano común y con reservas internacionales de apenas 6.200 millones de dólares, las más bajas durante los últimos 30 años.
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Y por si todo esto fuera poco, el régimen hace nuevamente un aumento de sueldo mínimo, medida que ha tomado 30 veces Maduro, sin otros resultados que no sean más inflación y menos crecimiento. Se ha fijado en enero de 2020 un sueldo mínimo integral de 450 mil bolívares, que son aproximadamente cinco dólares mensuales y 0,16 centavos de dólares al día.
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El FMI por su parte considera, que este año la tasa de desempleo podría superar al 50 por ciento de nuestra población económicamente activa. Todo esto nos conduce a estimar que el decrecimiento del PIB el año que se inicia, no será menor al 30 por ciento, mientras la disminución del tamaño de la economía medido a través del PIB real, se acerque al 70 por ciento, después de un septenio de estancamiento con inflación. Por todo ello, al iniciarse la tercera década del siglo, la pobreza afectará casi al 85 por ciento de los ciudadanos, con un sueldo mínimo en dólares cada vez menor.
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El papel del Estado en el sector petrolero cada vez será menos relevante, así como en la función de proveer bienes y servicios. En el 2020, al Estado solo le interesará su presencia en el control social, pero estará ausente en el diseño y ejecución de políticas públicas. Con poca transparencia el Estado transferirá activos al sector privado de su entorno. Tendremos una economía con un sector bancario y financiero cada vez más débil, que continuará sustituyendo el otorgamiento de créditos (cuya cartera cayó un 85 por ciento en 2019) por servicios diversos como el manejo del efectivo en divisas.
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Ni siquiera operará el mercado de las tarjetas de crédito. En una economía sin capacidad para crecer, continuaremos muy dependientes de productos importados cada vez más caros. Iniciamos pues un nuevo año en el que la crisis económica que padecemos se agravará, siendo probable que al concluirlo, ocupemos aproximadamente el lugar 145 o más, entre las 200 economías del mundo, según los estudios realizados por organismos internacionales especializados en la materia.
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Solo entonces con un cambio político profundo que nos permita recuperar el Estado de derecho, a la República y a la democracia, podremos detener “el colapso” que padecemos e impedir el “desenlace trágico” que H. Dieterich avizora. Todo entonces depende de los venezolanos, que estamos obligados a dar nuestro aporte para poner fin a la mayor catástrofe económica que ha visto este hemisferio en tiempos de guerra o de paz.