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“Moral y luces son nuestras primeras necesidades”, exclamó el Libertador Simón Bolívar, refiriéndose a la imperiosa necesidad de fortalecer la educación en la nueva nación emancipada del yugo español: la Gran Colombia, pero además de que estos seres de luces tuvieran una temple moral que honrara los ideales democráticos por los que tantos patriotas murieron.
A 207 años del grito independentista del 19 de abril, el principal desafío de las universidades venezolanas es el de mantener los altos estándares de calidad de nuestros egresados, comprobados en el país y el mundo, y que perduran en el tiempo a pesar de los percances que atraviesan la docencia y nuestras máximas casas de estudios en Venezuela.
No es pequeña la labor de la Universidad del Zulia, que desde su reapertura ha egresado a más de 200 mil hombres y mujeres de las distintas ramas del conocimiento (sin mencionar a los miles de graduados, tanto en especializaciones, maestrías, postgrados y doctorados) y a través de sus centros de investigación y laboratorios ha respaldado estudios científicos con soluciones a las problemáticas sociales, económicas, educativas que nos afecta.Es a través de la enseñanza de calidad que las sociedades trascienden las barreras de la pobreza material y espiritual, fortaleciendo la conciencia y el pensamiento crítico.
Para ello, Venezuela debe cuidar a sus profesionales y crear las condiciones para que ser un educador, un ingeniero, un médico, un físico o un bibliotecólogo, entre otras tantas carreras, resulte en circunstancias de vida dignas y sustentables que puedan revertir el proceso emigratorio del que somos víctimas.
El futuro de una sociedad es su juventud, y cimentar las bases para su desarrollo como líderes de una nación que los necesita para afrontar los desafíos que conocemos a nivel nacional, pero también los de este mundo globalizado, interconectado, industrializado y competitivo, donde el recurso más poderoso es el conocimiento.