Nuevamente,
Nuevamente, el olor acre, los gritos y los pasos agitados de estudiantes y del personal de la Universidad del Zulia, indicó, la mañana de este jueves, que una vez más la fuerza policial del estado, arremetía sin misericordia contra nuestra Facultad de Ingeniería. Es inadmisible que el Gobierno regional no pueda planificar acciones preventivas, mediante labores de inteligencia, antes que optar por la vía represiva para controlar acciones vandálicas, que finalizan en la violación flagrante de la autonomía universitaria y de los derechos humanos de las personas.
Es la triste realidad de un país en el cual se manda, no gobierna. El mejor ejemplo son las decisiones írritas del Gobierno nacional, a través del ministro de Educación Universitaria, quien utiliza la mayoría oficialista en el CNU para imponerle a las universidades autónomas, acuerdos contrarios a la vigente Ley de Universidades y la Carta Magna. En LUZ, hacemos esfuerzos para que la intemperancia ministerial no termine por afectar la atención que prestamos a las exigencias y necesidades, que en cada momento histórico nos plantea la sociedad venezolana y la zuliana en particular.
Somos cultores de la libertad, la democracia y la participación, que ejercitamos y damos a conocer como vivencia. Por eso, dada la vinculación crítica de la institución con su entorno social, económico, político y cultural, a la vez que protestamos por la forma como se interviene a la universidad autónoma, negándonos procesos que han permitido una real democratización del ingreso a los estudios universitarios, acompañamos a nuestro personal académico, administrativo y obrero en su justa exigencia de un incremento salarial, que permita desde la particularidad de cada caso, luchar contra la nefasta inflación para que sus calidades de vida no se continúen depauperando ni se conculquen sus conquistas sociales.
Esta situación se da cuando nuestra prestigiosa Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas, que en agosto arribará a un nuevo aniversario, vive un presente de cambios que le permite asomarse al futuro, produciendo un conocimiento iluminador y liberador para coadyuvar a la solución de los problemas filosóficos, morales, sociales, económicos y políticos de un país entrampado en un paradigma fracasado y sediento de justicia, de respeto a los derechos humanos, del “afianzamiento de la conciencia judicial y social” y la madurez política.