Maduro y su entorno descarriado esta vez no la tienen fácil. China no intervendrá para defenderlo, pues pondría en riesgo los futuros acuerdos que sostiene con EEUU. Mucho menos Rusia, pues sabe con conciencia clara que provocar a los gringos en su propio continente sería una locura
Recuerdo haber elevado una exclamación instantánea. Mi asombro se volvió júbilo, con ribetes de pavor por su destino. Una mezcla rara de que todo podría suceder. Nunca pensé que la alegría pudiese tener algo de complejidad y consternación. Pero sí, Guaidó juró con el aplomo que tienen los grandes; de aquellos que edifican la gran historia contemporánea. Lo hizo ante una enorme concentración que esta vez no fue defraudada.
Levantó la mano. Instó a que todos los asistentes también lo hiciesen e inició una ceremonia imperturbable, atronando una sentencia justa para el destino del país. Juró sin pestañear, con la mansedumbre de quienes saben lo que hacen; con una paz extrema, como si todo estuviese sobre medida. Y realmente así parece. Hace unos meses escribí que cuando el túnel se hallase más oscuro, aparecería una diminuta luz para iluminarlo todo. Recalco que esa llama minúscula acaba de aparecer. Y no es solo emocional o de circunstancias simples. Tiene el valor de levantarnos de nuestros asientos, en los cuales nos habíamos acomodado para ver a nuestra nación, hundirse sin recato y con el dolor de la pérdida.
Estoy completamente convencido de que Juan Guaidó no está solo en esta valiosa encomienda. Más allá de las asesorías externas y de tener muy claro el rumbo hacia donde quiere dirigir los acontecimientos, percibo un halo de justicia y una misión programada desde el cielo. Por eso nuestro Presidente interino asume esta responsabilidad sin reproches. Antes de hollar la senda, se observan sus pasos firmes. Habla sin inmutarse. Sin los alaridos cancerígenos de los políticos de siempre. Su sencillez se transmuta en credibilidad. Tratan de empujarlo hacia una trampa y sabe zafarse, con respuestas llanas e iluminadas ante su misión.
También está claro que el recorrido será duro, complejo y atestado de alternativas. La primera de ellas es la Ley de Amnistía. Me costó al principio entender su propósito, pues nos cuesta perdonar a pesar de que es un mandato divino. Pero después de su alocución del pasado viernes, comprendí su razón lógica y determinante: la paz comienza por casa. El fundamento es que nuestros propios militares se tomen la potestad de ser parte fundamental para reconstruir nuestro quebrado territorio. Son ellos los que deben defender la nación y también los únicos que dan golpes de Estado. Por eso es imposible no tomarlos en cuenta y no exhortarlos a buscar el retiro de los cubanos de los cuarteles y de la administración pública.
Esa será la primera fase. Aspiramos no recurrir a otras posibilidades. Maduro y su entorno descarriado esta vez no la tienen fácil. China no intervendrá para defenderlo, pues pondría en riesgo los futuros acuerdos que sostiene con EEUU. Mucho menos Rusia, pues sabe con conciencia clara que provocar a los gringos en su propio continente sería una locura. Son ahora tantas las posibilidades a favor, que nos hemos llenado de fe y de una apacible confianza. El dictador no se entregará por las buenas y mucho menos a sabiendas que después de vivir de la opulencia del poder, terminaría hacinado entre los barrotes.
La única negociación posible es el exilio. Pero para llegar a tan ineludible desenlace, se gestarán muchas luchas y tratará todas las artimañas posibles.
El video distribuido por Jorge Rodríguez de un supuesto Guaidó casi encapuchado y reunido con personeros del régimen, solo causó unas horas de risa para todos. Resulta un ejemplo claro de la desesperación del régimen. Esta es una oportunidad inigualable. Ya no hay vuelta atrás. Las opciones están sobre la mesa y no tendremos tiempo para errores.
El nuevo héroe para los venezolanos es reconocido como regente interino del país por gran parte del globo terráqueo. Esa es quizá una de las mayores dificultades para la dictadura madurista. Esperemos que no se requiera pasar a la fase bélica y se logre la pacificación nacional. Todavía hay mucha tela por cortar para alcanzar el cese de la usurpación, el gobierno de transición, los poderes independientes y las elecciones libres. La primavera está próxima para renacer en el país.