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La publicitada revolución cubana y el gobierno de los hermanos Castro, más que exportar su revolución lo que han hecho es vender una especie de franquicia del mal, una forma de sojuzgar a los pueblos de manera abierta e impune y aun así conseguir loas de los imbéciles, seguidores entre desquiciados fanáticos y muchos recursos para sus francachelas y chulerías.
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Han querido “vender” un modo de vivir que no permite vivir con dignidad; solo la sumisión a una secta o pandillas organizadas garantiza sobrevivir y eso es lo que Chávez, Maduro, Cabello y otros resentidos cabecillas y militantes de causas perdidas buscan imponer en Venezuela. No obstante, los hermanos Castro han logrado conseguir sus traficantes de patria en nuestro país, los que desvergonzadamente y sin honor compraron dicha franquicia, al extremo de nombrar a Raúl Castro, protector de Venezuela, y a su embajador como miembro integrante del gabinete del horror del régimen.
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Esa tenebrosa e indignante decisión estaba prevista por Fidel y Chávez, quien en mala hora llegó al poder para reformar la Constitución nacional, expresando en su artículo 14 que “la ley establecerá un régimen jurídico especial para aquellos territorios que por libre determinación de sus habitantes y con aceptación de la Asamblea Nacional, se incorporen al de la República”. De allí el desespero de tomar la Asamblea Nacional por asalto y a cualquier costo. Ello permitiría perfeccionar la entrega ignominiosa de la patria legalmente, porque en la práctica ya se ha cumplido.
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Queda claro quiénes son los traidores a la patria y por qué el diálogo con ellos es una necedad y una deshonra. Toda acción de esta caterva de delincuentes está planificada y forma parte de la franquicia del mal. Cada vez más adquieren y suman nuevas condiciones para una posible negociación, en este caso, exigir no solo la impunidad de los delincuentes nacionales, sino además el mantenimiento de los privilegios de los franquiciantes cubanos.
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Esas actuaciones no deben pasar desapercibidas, el cese de la usurpación debe ser lo más rápido posible y para que esta se dé debe ocurrir el desalojo del poder mediante acciones contundentes. Ya Maduro y Cabello no se disputan el poder, saben que sus decisiones y su aceptación están en manos de los cubanos. Los integrantes del alto mando militar ni balbucean, el grado de complicidad es muy elevado y tampoco quieren arriesgar la pérdida de sus privilegios y sus riquezas. El honor ni se divisa.
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Es necesario apelar a los sentimientos más profundos de la conciencia de los venezolanos decentes y de los líderes mundiales con respeto, para restaurar la democracia, darle sentido al concepto de libertad que nos une como hermanos y recobrar la fe y la esperanza que nos haga sentir más humanos.