“Libertad, igualdad, fraternidad”, la consigna de la Revolución Francesa ya tiene más de 200 años, y su ideal sigue estando aún pendiente por alcanzarse en gran parte del mundo
“Libertad, igualdad, fraternidad”, la consigna de la Revolución Francesa ya tiene más de 200 años, y su ideal sigue estando aún pendiente por alcanzarse en gran parte del mundo. Quizás vista como una utopía, un referente inalcanzable que buscaba servir de guía en una época convulsionada sirvió para condensar dos grandes tendencias que de alguna manera ya se abrían espacio a lo largo de la historia de la humanidad, los deseos de libertad y el reconocimiento de todos los seres humanos como iguales. Sin embargo, la fraternidad se asomó en ese ideal como un extraño, un valor quizás incluso superior, y por ello más difícil de articular.
En un artículo reciente la profesora Mata argumenta justamente sobre la fraternidad, hace referencia a “el principio olvidado” como categoría política a propósito de la visita a Venezuela del profesor Baggio de la Universidad de Sofía (Italia). Al final de su artículo, la profesora Mata señala: “Cuando la institucionalidad no responde a las necesidades del pueblo, es necesario fortalecer las relaciones fraternales. Crear comunidad. Impulsar la acción social. Y en verdad no hay límites para eso”. Esta reflexión final se deriva del vínculo que la profesora Mata observa, correctamente, entre la fraternidad como categoría política y la sociedad civil. Sin embargo, su relación es compleja y se debe abordar con mayor detalle.
Lo primero que se debe señalar es que la fraternidad no debería ser vista como una respuesta a las fallas institucionales en un contexto determinado, de hecho, la fraternidad es una idea que debe trascender cualquier contexto, incluido el institucional. Esto es importante resaltarlo, pues se pudiera asumir erróneamente que en aquellas sociedades en las que las instituciones funcionan la fraternidad es menos necesaria. La fraternidad es una decisión personal sobre cómo asumir al otro, como indica la propia profesora Mata: “la fraternidad ofrece una redefinición del vínculo social a partir del reconocimiento de la identidad específica de cada uno en un cuadro de referencia unitario que es la familia humana”.
Ese reconocimiento de la identidad específica del otro es donde se conjuga la decisión personal y el vínculo social, la motivación y la acción. Estos dos factores son justamente los que abordó Adam Smith en su Teoría de los Sentimientos Morales (1759). Las razones para tenderle la mano al otro pueden ser muy diversas, pueden ir desde un genuino sentimiento desinteresado a razones puramente egoístas. La Responsabilidad Social Empresarial, mencionada por la Profesora Mata, puede ubicarse a lo largo de dicho espectro según cada caso, pues hay acciones enmarcadas en la RSE cuya motivación principal es social, mientras que en muchos otros casos detrás hay intereses de mercadeo o tributarios.
En este sentido, las motivaciones juegan un rol fundamental, pues de ellas se desprenden el carácter utilitario o no de las relaciones. Si, quizás el resultado observable en uno u otro caso sea parecido, pero las bases sobre las que se erige cada uno tienen consecuencias personales muy distintas, las cuales a la larga determinan la esencia de cada sociedad. En este sentido, uno de los aspectos abordados por Smith es particularmente importante, la simpatía. Esta puede ser descrita de manera general como la capacidad de ubicarse en el lugar del otro, quizás en códigos modernos un término que se le asemeje sería la empatía. La simpatía es así la capacidad de acercarse al otro a través de una realidad específica.
La interpretación de la consigna de la Revolución Francesa bajo esta óptica sería: a partir de una decisión personal (libertad) reconocer que todos somos parte de un todo (fraternidad) y por lo tanto pares (igualdad). Uno de los grandes escollos por superar está justamente en el primer punto, la libertad ya no entendida como el individuo encerrado en sí mismo, sino como la base de la relación con el entorno a partir de la simpatía. La fraternidad es la clave para esa nueva perspectiva, sin el reconocimiento del otro en toda su dimensión no puede haber igualdad, y la libertad solo será la última defensa del individualismo. Así, de las tres categorías, la fraternidad es quizás la que más depende de una decisión muy personal.