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En Venezuela, la crisis institucional que nos agobia, tiene su explicación más evidente, en el enfrentamiento creciente entre el Poder Constituyente y el Poder Constituido. Debe entenderse por Poder Constituyente a la capacidad del pueblo para organizarse jurídica y políticamente en un Estado. Este poder se ejerce igualmente, cuando a través de él se modifica la estructura estatal o el orden jurídico existente y se lo reemplaza por otro. El Poder Constituyente entonces, organiza, limita y regula normativamente a los órganos del Poder Constituido. El Poder Constituido será legítimo cuando emane de la Constitución y se ajuste a ella en su actuación.
En Venezuela, desde 1999 hasta el 2012, no hubo enfrentamiento mayor entre ambos poderes, porque la mayoría de los venezolanos (Poder Constituyente) respaldaba al Gobierno depositario del Poder Constituido. Pero a partir del 2013 y hasta el presente, este enfrentamiento se ha acentuado peligrosamente. Todas los estudios de opinión revelan que entre el 70 y el 80 por ciento de los venezolanos (Poder Constituyente) rechazan al Gobierno actual (Poder Constituido) y reclaman la aplicación de los mecanismos de revocación del mandato presidencial establecidos en la Constitución.
En consecuencia, esta crisis debe resolverla el pueblo venezolano en su carácter de Poder Constituyente originario, como poder supraconstitucional que es. El Pueblo no está limitado por una interpretación caprichosa de la Constitución ordenada por el Poder Ejecutivo al Poder Judicial, como componentes del Poder Constituido. La Constitución solo limita al Poder Constituido pero no al Poder Constituyente, que es ilimitado y creador.
El Poder Constituyente no se agota al dictarse la Constitución de un Estado, sino que permanece en estado de latencia, para ponerse de nuevo en movimiento cada vez que sea necesario. En la Venezuela de hoy ese momento ha llegado. Es inconcebible que el 80 por ciento de los venezolanos depositarios del Poder Constituyente sean desconocidos por un Poder Constituido ya sin legitimidad alguna.
Lo que está ocurriendo en la mesa de diálogo es la mejor prueba de ello. Ha llegado entonces la hora del pueblo, que está mucho más allá de los partidos políticos. Es hora de aglutinar y liderizar a todos los sectores de la sociedad civil en los diferentes estratos sociales. Ha llegado nuevamente la hora del Poder Constituyente, pues la soberanía reside intransferiblemente en el Pueblo,quien puede ejercerla directa o indirectamente, sin que el Poder Constituido pueda impedírselo.