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Al venezolano se le ha hecho creer que nuestra Independencia fue un acto hermoso y romántico de unos héroes que lucharon por la libertad en contra de un imperio extranjero, el español, que oprimía a los venezolanos que habitaron la Capitanía General de Venezuela, un territorio disperso, despoblado y abandonado en demasía. La imagen se agranda cuando en los libros de historia escolar nos encontramos con los paladines: Bolívar, Páez, Mariño, Sucre y Urdaneta, todos impolutos y dechados de virtudes, enfrentados a monstruos sanguinarios como Boves, Rosete, Antoñanzas, Morales y Morillo.
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El teatro épico se ha convertido en un relato encubridor de los hechos que acaecieron entre 1810 y 1823, cuando culminó este sangriento episodio que de glorioso tuvo en realidad muy poco. Lo primero que hay que puntualizar es que España desapareció del mapa en el año 1808, cuando fue invadida por la Francia de Napoléon Bonaparte y desde entonces sus territorios coloniales en América quedaron a la buena de Dios. Este vacío jurisdiccional hizo fracturar todo el orden colonial, que sin necesidad de un ejército de ocupación mantuvo el orden monárquico en América por trescientos años para satisfacción de la inmensa mayoría de sus habitantes.
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El orden jerárquico social, el edificio que lo mantenía en pie, repentinamente, se derrumbó y planteó el reto para el sector dirigente blanco criollo rehacerlo desde unas nuevas formas de autoridad política de acuerdo al nuevo canon liberal forjado en las revoluciones burguesas y atlánticas como la inglesa del año 1688, la francesa de 1789 y la estadounidense del año 1776. En todos estos procesos revolucionarios que terminaron siendo contiendas civiles sangrientas se reaccionó en contra del sistema absolutista para proponer otro de naturaleza liberal, burgués, capitalista y republicano.
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El juntismo criollo caraqueño lo intentó a partir del año 1810 de una forma pactada sin tomar en cuenta, más allá de la retórica y los escritos para la galería internacional, a los sectores mayoritarios conformados por blancos canarios, pardos, llaneros, indios y esclavos negros. Ofrecieron una propuesta de sociedad liberal sin modificar la estructura económica basada en la explotación económica e inferioridad legal de estos. El “Gloria al Bravo Pueblo” fue excluido en el mismo momento en que se daba inicio a la Independencia.
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Nuestra Independencia se inició como un acto preventivo de “intención conservadora en lo social” por parte de un mantuanaje blanco, que perdió la confianza en sus destrezas como sector dominante luego del abandono metropolitano. Psicológicamente se sintieron abrumados por los cambios del entorno atlántico y caribeño y no supieron reaccionar adecuadamente. Lo sucedido en Haití en 1791 les paralizó de miedo, y cuando el “traidor” Francisco de Miranda les vino a dar la “libertad”” en el año 1806 se pusieron de parte del capitán general Manuel Guevara Vasconcelos.
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Lo demás no es difícil adivinarlo. Los llamados sectores “viles”, que conformaban a la “multitud promiscual”, al abrirse el dique de la anarquía y acabarse el equilibrio consensuado en torno a un rey paternal ahora ausente y descabezado, se lanzaron por la vía de la violencia, el bandolerismo y el pillaje a obtener por las malas lo que se les venía negando por las buenas desde hace siglos. En ellos no hubo ni banderas, ni colores y mucho menos algún programa político que les hubiese servido de guía. Bolívar entre los años 1810 y 1814 es otro jefe más entre cientos que mantenían ejércitos privados dentro de una guerra civil desatada y caracterizada por la brutalidad y el exterminio en pos de difusas manifestaciones de justicia que en realidad fueron más que todo vendettas personales. El rencor y el resentimiento social desatados hicieron del año 1814 el año más terrible de todo este proceso llamado de la Independencia.
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Nuestra historiografía, en general, se lava las manos y recarga toda la responsabilidad del horror en los “españoles” que siguieron a Boves y otros jefes. Cuando en realidad las huestes que decían apoyar la causa del rey estuvieron formadas en un 99 {5279b0ad8c7f700e4fa08841e1c964f35a7cee4290170fe9e085beadbd535c44} por gente nacida en el país, es decir, los mismos venezolanos. Habrá que esperar hasta el año 1815, cuando restituido Fernando VII en el trono de España, se envió a un Ejército Expedicionario con 12 mil veteranos para reconquistar América y restaurar el viejo orden colonial. Don Pablo Morillo, el Pacificador, tenía como misión imposible no acabar contra los rebeldes patriotas, ya de por sí aplastados por la rebelión popular capitalizada ambiguamente por las banderas del rey, sino la de poner en cintura a un guerrillero y bandolero como lo fue Boves, cuya insubordinación y razzia contra los blancos sin distinción fue algo inaceptable.
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Laureano Vallenilla Lanz (1870-1936) es el padre de esta tesis de la guerra civil para explicar nuestra Independencia y lo hizo en un libro que lleva por título: Cesarismo Democrático (1919), cuya actualidad y vigencia es sorprendente. Lo sorprendente es que es una tesis clandestina que no ha gozado de la popularidad ni dentro del ámbito académico y mucho menos en las alturas del poder. Suponemos que esto es así porque el tema de la Independencia no es un tema de la historia real, sino de la ideología y los mitos. Y ya sabemos que nuestra religión patriótica es la sangre que circula en el cuerpo nacional de una manera exacerbada con fines hipócritamente saludables para nuestra sociedad. Además, y esto es el punto de fondo, Bolívar y los “padres fundadores” de Venezuela quedarían muy mal como meros degolladores de sus propios congéneres.