martes, septiembre 17, 2024
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La vida para el socialismo vale poco

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No es nuevo que en la historia del mundo humano, el manejo de la gente, de la vida, se considere con valor crematístico. En otras palabras, se le ponga valor monetario al ser humano. Para las Ordaz de Gengis Khan, la aristocracia griega antigua, el imperialismo romano, para los confederados sureños de USA siglo XIX, para el Oriente medio AC y DC, e incluso para la Iglesia cristiana con  Bartolomé de las Casas en la época colonial americana; el esclavismo representaba una solución como medio de producción, como servicio doméstico y hasta como solución concupiscente.

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Lo trágico es que aun cuando la civilización en comunión con las ciencias sociales ha dado pie a una concepción de la vida humana. Con valor incalculable al considerar la importancia de cada individuo en el desenvolvimiento cívico: tanto de carácter productivo económico como en las ciencias naturales. Para el progreso de la especie y su índice de longevidad, existe un deterioro evidente en el uso de la razón.

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Al analizar el pensamiento humano con respecto a su desarrollo cultural, principalmente, en la época moderna, post kantiana y más aun post cartesiana, nos encontramos con una mera desilusión ontológica, por cuanto, de la razón del ser, planteada desde la razón misma y desde su espíritu conceptual, observamos que, esta, en muchas mentes  ha dado innumerables traspiés en función de justificar desarrollos sociales que han llevado a la miseria a innumerables pueblos. Por supuesto, en estos devenires, Kant -nada  intercultural- hubiera deslindado en criticar la razón pura, sin prioridad ni sinteticismo.  

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El manejo de las masas populares han dado mérito al pensamiento de Ortega y Gasset. El populismo actual ha cristalizado sus  postulados como la crisis de la historia y, como el advenimiento del sin razón en las esferas de poder en contra de sectores empobrecidos por sus acciones gubernamentales tiránicas, en pueblos pobres tecnológicamente pero ricos en recursos naturales, ejemplo: Zimbabue, Angola, Venezuela etc. El caso patético es el Gobierno cubano, que envía delegados a países como misioneros de salud, educación etc.; por quienes cobran, en especies y en dinero. Lo último, en un derrumbe de un edificio -responsabilidad del gobierno- en una ciudad de Cuba, donde perecieron tres niñas, indemnizaron a sus parientes con 15 dólares por niña muerta.

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