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Desde que la estrella de la fe posó su ruta sobre el Parlamento venezolano, existe un hálito de expectativa por la llegada de 112 Reyes Magos provenientes del clamor de la gente a todo ruedo, a pesar que el Herodes gubernamental de las malas políticas trata con artilugios de modificar su recorrido y con sentencias trasnochadas desea envilecer una decisión tomada por la gente.
La juramentación de tan dignos legisladores va precedida y abrazada por la constitucionalidad de nuestro país, pese a la lamentable situación del estado de derecho, de una nación ejemplo en otrora por su democracia.
Los nuevos parlamentarios no arriban desde el Oriente, sino derivan del pulmón anhelante de un pueblo ansiado de modificaciones sustanciales en la realidad nacional. Tampoco vienen en una caravana de dromedarios o acompañados por pastores, pues sus escoltas son los ojos del mundo e impulsados por la defensa de millones de ciudadanos en la búsqueda de una Venezuela justa.
El Poder Legislativo tiene la tarea irreductible de rescatar la independencia de los poderes públicos, cuya reestructuración debe alejarse de la política partidista. Cualquier trastada sustentada por sentencias a destiempo del TSJ, hecha a trompicones por una sala electoral inconstitucional que desea evitar “como sea”, el inicio en funciones de la mayoría calificada de los 112 diputados, no podrá con quienes gozan de inmunidad desde su proclamación, como lo establece el artículo 200 de nuestra Carta Magna.
Ya la OEA exigió no distorsionar la voz del pueblo. Hay desespero manifiesto en los personeros del Gobierno. En vez de un viraje de la dirección, pues el barril petrolero va en caída libre ya debajo de los 30 dólares, prefieren apelar al llamado del desconocimiento popular, a abusar del poder en las instituciones públicas y propiciar zozobra al convocar a sus colectivos, cuando deberían entender el rechazo de los venezolanos al ilógico desabastecimiento, al ser la peor economía del planeta por tercer año consecutivo o que sólo en diciembre ingresaron 488 cadáveres a la morgue de Bello Monte.
Hoy nos toca acompañar a nuestros representantes en el inicio de tan combativo camino, sin estupor y con la misma entrañable hidalguía con la cual ejercimos el voto. Nace la democracia en el Parlamento como un pesebre de fe aprobado por Dios. Sigamos con prestancia a la estrella de la esperanza por una mejor Venezuela.