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No nos llamemos a engaño. El gobierno pretende con la fraudulenta e inconstitucional Asamblea Nacional Constituyente, consolidar una inédita dictadura asamblearia. El pueblo y la comunidad internacional, no le permitieron el zarpazo dictatorial, cuando el TSJ con dos sentencias (155 y 156), abolió y seatribuyó las competencias de la soberana y legitima Asamblea Nacional. Ahora en una parodia de democracia,ensayan otra vía con el mismo propósito y fin: instalar una dictadura. El pueblo – más del 90% – rechaza de plano la perversa intención. Es cuestión de ver los sondeos de opinión o consultar la gente en la calle. El que tiene ojos lo ve clarito.
El régimen, está consciente de que, perdió todo apoyo popular. Elección libre, limpia, transparente y enmarcada en la CNB y las leyes que permitan, las pierden de calle. Entonces, ante esa inocultable realidad, escogieron el peor de los caminos: secuestraron la democracia. No permiten al pueblo expresarse. Y lo peor de todo, no tienen capacidad ni iniciativa, para buscar o solucionar los graves e ingentes problemas que sufre y padece la población en general. La inmensa mayoría y la escuálida minoría que, por ahora, los apoya, viven la tragedia madurista. La solución, no hay un ápice de dudas, es el cambio. No hay otra opción.
¿Quién puede estar feliz con el hambre que sufre la mayoría del pueblo? Los venezolanos, de acuerdo a estudios científicos, han bajado en promedio entre 12 y 15 kilos. Miles de compatriotas han muerto y mueren por desnutrición, mal nutrición e inanición, por falta de los alimentos, los cuales escasean y los pocos que se logran conseguir, tienen precios inalcanzables y están condicionados por una hiperinflación galopante. Todos los alimentos (Y todos los otros rubros salvo la gasolina y algunos servicios públicos) están a precio de dólar libre y este cada día se encarece frente al bolivita con el cual nos cancelan sueldos y salarios. Una hecatombe social.
El venezolano promedio, en este régimen, sólo sobrevive. Los pobres cada día son más miserables. La clase media y los profesionales se empobrecen a pasos agigantados. La expectativa de vida disminuye, los índices de mortalidad infantil y materna son tan espantosas, que el régimen prohibió su publicación. Hay escasez de alimentos y medicinas en todos los niveles socioeconómicos, basta ver y oír los noticieros, para convencerse de que sufrimos una profunda crisis humanitaria, que consecuencialmente produce, un genocidio silencioso, que diezma la población. Lo que está a la vista no necesita anteojos.
En medio de ese tétrico, sombrío y funesto cuadro, el régimen madurista pretende, repito, consolidar una dictadura asamblearia, pero entonces surge la gran pregunta ¿El pueblo permitirá semejante atrocidad? ¿El pueblo no ve y le duele que ya en esta lucha han asesinado 74 jóvenes? ¿Continuaremos con la indiferencia? ¿No hay voluntad y capacidad para luchar por la libertad y la democracia? Es tiempo de reaccionar. La lucha cívica y pacífica es larga, pero da sus frutos. No perdamos el país por inhibición, indolencia u omisión. Vamos a ganarlo, acompañando a nuestros jóvenes en la acción. Lo otro es condenarse a vivir como siervo.
Las generaciones presentes y futuras no merecen vivir en un país secuestrado por una cáfila de ineptos, corruptos, represores y asesinos. La libertad es inherente al ser humano. Luchemos hoy contra esta oprobiosa dictadura o mañana lloraremos lágrimas de sangre al ver a nuestro país más subyugado y, a nuestra juventud languideciendo por falta de oportunidades y sin posibilidades de labrarse un futuro luminoso. No nos hagamos los desentendidos. Esta lucha por la libertad, la democracia y una Venezuela próspera, nos convoca a todos. Hay que actuar. Estamos a tiempo.