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En México, cuentan los abuelos, de una leyenda que en el tiempo se transformó, por sus efectos, en la maldición del “charro negro”, de allí las diferentes interpretaciones que ha tenido en el transcurrir del tiempo y cuyas manifestaciones se trasladan a todo el quehacer humano; es decir, a lo bueno y a lo malo. Cuenta la leyenda que en los caminos de los pueblos de ese país, solía salir un hombre alto, que antes de ser tocado por el sincretismo religioso era cristiano, de aspecto elegante, de impecable traje negro compuesto por una chaqueta corta, una camisa, un pantalón ajustado, un sombrero de ala ancha y con una verborrea encantadora, que impresionaba a quien se encontraba con él. Este invitaba a las personas a montar en su caballo; cuando eso ocurría mostraba sus verdaderas intenciones; quienes se oponían resultaban ser víctimas de su ferocidad: crecía el doble de su tamaño, ardía en llamas, le impedía a la persona cualquier escape posible y su verbo, señalaba, que a partir de ese instante estaría bajo los efectos de la maldición del “charro negro”. Esta maldición no tiene incidencia en la vida de quienes sí cumplieron con sus intenciones; que aceptan sus designios malignos y satánicos.
El “comandante eternamente enterrado” en la campaña de 1998, se presentó como candidato y llamó la atención, en ningún momento por su elegancia, pero sí, por su verbo encendido; aparentó estar al lado de su pueblo, ser cristiano y mariano por su abuela. Logró, sin duda, un gran respaldo; pero poco duró, por la influencia de Fidel, y por comenzar a realizar prácticas no cónsonas con los postulados cristianos; aceptó la santería o yoruba, el palo monte y el abakuá, esas acciones transmutaron su fe radicalmente, hasta el punto que lo convirtieron en una persona repulsiva, macabra, diabólica y satánica, por decir lo menos. A todos aquellos que se fueron apeando de su ideología les imprimía castigo como la maldición del “charro negro”: represión, hambre, miseria y muerte; y los que no, están inmersos en robo, tráfico de drogas y armas, prostitución, etc.
A raíz de su muerte física y espiritual, lo sustituye el engendro heredero; además de ser fiel con la santería, vivió en Cuba, es un seguidor fanático de Sai Baba. Eso es un coctel mortal, que trajo consigo arraigar la maldición descrita, y por supuesto, el sufrimiento de todos. La esperanza, de seguir ellos en el poder, es la muerte. Pues, saquémoslos; ahora y para siempre.