La marioneta se quedó sin hilos

Se calla la voz del usurpador de los sueños de una isla descolorida, manchada por décadas de confusiones, apagada, sorda al mundo, perdida en la innovación

Llegó la noticia en el umbral del fin de semana. Después de años de especulaciones inusuales, los noticieros rebosaron de asombro. Ha fallecido Fidel Castro. La primera impresión fue la del debilitamiento de un lastre sobrecogedor en una parte importante del globo terráqueo. El peso del enjambre de intenciones resulta ahora más etéreo. Las sales aromáticas que han provocado infecciones hemisféricas pierden su calibre aniquilador.

Ha muerto el mentor de las perturbaciones. Tal suceso precipitó deliberaciones diversas sobre los trazos del futuro. Con este hecho, se atascó el percutor y el combustible se quedó sin ebullición, para distribuir desdichas a partes iguales. Se extingue una era de fábulas y discursos pletóricos de descalificaciones y reyertas.

Sobre sus avejentados hombros tapiados por la tumba, recaerá el peso de las dentelladas sufridas por miles de balseros huyendo despavoridos de su régimen y clamando libertad, así como la culpa de la propagación de la insurrección continental y la muerte palpitante por forzar ideales estranguladores de la paz. Ahora decidieron cremar sus restos, como adelantándose tal vez, al porvenir de su espíritu. 

Hoy ese teatro americano de Socialismo no tiene otra opción que abrir el puño de la burla. Debe detenerse su plan de vender asombros al ignorante, con las devastadoras cuchillas del infortunio repartidas con encantos. Este sistema de desgracias se quedó sin su brazo ejecutor; sin el filamento reflexivo de regalar holocaustos. Se calla la voz del usurpador de los sueños de una isla descolorida, manchada por décadas de confusiones, apagada, sorda al mundo, perdida en la innovación y detenida en el tiempo, por el sometimiento provocado por esos Caínes enviados desde el averno.

Los semilíderes del socialismo continental, carecen ahora de la idea prevista; se quedaron sin el idealista de la maldad al acecho. Mientras, la pequeña Habana se somete a su propia algarabía y a no entender cómo Dios tiene los tiempos correctos.

Cuanto ahora sucede tiene un fin rotundo. El sol de otro rumbo en Cuba se asoma con cuerpo nuevo y espléndido, ansioso de cambios y puesta en orden, murmurando oraciones en el cenit de los mejores tiempos. La historia parece jugar su propia movida de dados y ponerle puntos diversos a las trayectorias.

Cuba tarde o temprano recobrará su encanto. Venezuela dejará de ser el cuerpo del delito, para recobrar su patria empolvada -yaciente en este momento debajo del tapete-, para iluminarse de rumbos de esperanza y prosperidad.

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