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La situación por la cual atraviesa la MUD no es la más deseable, y son muchas las conjeturas que se hacen dentro y fuera de su seno. El ente opositor se involucró en situaciones originadas por la adopción de una estrategia equivocada, de la cual no salió bien parado por la proliferación de opiniones de su dirigencia, que alimentaron la radicalización del oficialismo con respuestas que afectaron a la Asamblea Nacional (AN) como institución, convirtiéndola en una entelequia en la que su autonomía para legislar y controlar se encuentra totalmente interferida, como consecuencia de la declaratoria que hiciera el TSJ de haber caído en estado de desacato a sus decisiones.
Ese período hiperactivo de la MUD, en estos momentos ha entrado en una fase de cuasi-silencio, reflejando así hacia afuera un estancamiento en sus opiniones y acciones. No definen una estrategia clara e inconfundible en materia electoral. Siguen en el juego de la “candelita” en las aspiraciones a candidaturas a todos los niveles, en donde observamos que cada quien las guarda para sí, “in pectore”, ignorando que el ciudadano en la calle mide y sabe en qué andan sin que exista ninguna posibilidad para las sorpresas.
Una pugna y zancadilleo simulado impide que se aborde el debate interno para definir una estrategia electoral, y lo que debe ser el modelo de Gobierno a impulsar y las bases en las cuales sustentaría su desempeño. Nadie se atreve a esbozar nada. Se siente la ausencia de un liderazgo definido y fuerte. Se percibe un ir y venir de las más importantes figuras, donde cada quien anda en su propio juego, haciendo los cálculos que puedan favorecerlo. En la calle crece la deserción ciudadana hacia posiciones de “no compromiso” incrementando el número de los indecisos, y debilitando las actividades de calle y los adversarios al Gobierno.
La adopción de una vocería compartida con figuras de segundo nivel, como forma de evitar un liderazgo individual, es una inconfundible señal de lo que está sucediendo dentro de la MUD. Es evidente la existencia de una carrera de velocidad entre líderes y organizaciones políticas, la cual está impedida de arrancar por las desconfianzas mutuas. Ante ese cuadro lo más preocupante es que no será posible el que pudiera entrar en la escena una figura independiente para que sea considerada en la definición de un candidato. Si no fuera por el hambre y la crisis, otro gallo estaría cantando. Tengan cuidado pues.