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Se atribuye a Publio Siro la frase “cuídate que nadie te odie con razón”. El socialismo del siglo XXI impulsado desde el foro de Sao Paulo en Brasil, germinó en América Latina con toda su carga de resentimiento genético que les llevó a plantearse estratégicamente la siembra del odio utilizando el concepto marxista de la lucha de clases. Una guerra fratricida de “pobres contra ricos” hasta llegar, si fuere necesario, al exterminio, parecido al de los nazis contra los judíos.
El odio es una de las pasiones más bajas del alma. Se le define como “antipatía o adversión hacia algo o hacia alguien cuyo mal se desea”, y son males provenientes del odio, la soberbia egoísta, la avaricia, la morbosidad obscena, la injusticia organizada, el interés fríamente calculado y un sinfín de actitudes malignas propias de los particulares demonios de las sectas que dirigen la nación y que se escudan con el manto de la revolución bolivariana.
Todas esas manifestaciones oscuras han sido puestas en práctica desde el poder siguiendo los enunciados del fatídico “plan de la patria”, que es un plan concebido diabólicamente para la destrucción nacional. El venezolano común, fiel a su tradición histórica, a su perfil cultural, a su profundo sentir religioso y a su solidario afecto al prójimo, se ha resistido a los discursos y mensajes de odio que insistentemente se envían desde la cúpula arrogante que se está quedando sola y sobre quienes se revierten sus manifestaciones perversas.
Los socialistas de nuevo cuño, son por naturaleza, como los escorpiones, aguijonean hasta a quienes tratan de ayudarlos; tienen demasiado veneno en el alma y en su enorme irresponsabilidad culpan a los otros de sus propios males. Para el cumplimiento de sus objetivos utilizan las tres malas influencias que conoce la teología clásica: la tentación, la obsesión y la posesión para causar sin piedad todo el mal del que son capaces. Han asumido la mayor astucia del diablo: persuadirnos de que no existe, como expresara Baudelaire. Por eso se mimetizan, usan el engaño, repiten las mentiras, pero siempre se les nota su lengua bífida, en una especie de metamorfosis babosa y asqueante que provoca repulsión. Por eso el pueblo los rechaza. Más del 80 % de la población está dispuesta a hacer prevalecer el espíritu del bien de todos los venezolanos por encima de las fuerzas del mal agrupadas conscientemente en el denominado socialismo del siglo XXI. Qué no sigan menospreciando ni subestimando la sabiduría popular; mucho menos que sigan considerándose invencibles porque el hombre -como diría Goethe- siempre acaba destruido; cumplida su perversa misión, todo aquí abajo ocurre de manera natural, y los demonios no dejan de poner zancadillas hasta que cae.