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La nave, llamada Venezuela, se hundió y no se puede reflotar; quien fungía de capitán llamado en los bajos fondos como el “engendro”, era un aventurero, un advenedizo, que no tenía la put… idea del rol que le tocó desempeñar por mandato del “comandante eternamente enterrado” que le antecedió en el cargo, y que además, le dejó la nave averiada, en alta mar y en medio de una tormenta tenebrosa y el resultado irremediable fue su hundimiento.
El engendro, como capitán pirata que es, convirtió al personal inoperativo que le acompaña en delincuentes que corroen los recursos económicos de los cuales se proveía, también utilizó la nave Venezuela en aventuras peligrosas y delictivas: tráfico ilegal, no solo de narcóticos, sino también de oro y piedras preciosas; “bachaqueo” (nombre dado por los paleros y babalaos cubanos) de gasolina, que ha originado escasez interna produciéndose largas colas en las estaciones de servicio, de dinero en efectivo que ha producido un letargo mortal en la economía, aunado a una inflación devastadora que produce miseria y muerte en la sociedad; se alió con movimientos terroristas del mundo y la nave Venezuela comenzó a sufrir los avatares de esa mala influencia que le impidió poder surcar las aguas de la paz y de libertad en el mundo y por ende se ganó el desprecio internacional.
¿Qué hacer con la nave Venezuela? Es necesario, importante y urgente en el corto plazo reconstruir la “nueva” nave Venezuela. Necesitamos un capitán que no tenga un parche en el ojo; que no utilice garfios, sino las manos completas para agarrar el volante con decisión y coraje; que no meta la pata de palo y vaya de error en error, sino que tenga los pies bien puestos sobre la nave y no le tiemble el pulso; que tenga un cerebro bien puesto y preparado para llevar la nave por nuevos derroteros y no una “rockola” repetitiva e inerte. Necesitamos un capitán que se rodee de pilotos y copilotos preparados en las mejores academias de estudios de su país y del mundo; que el personal militar que lo acompaña en la nave sea disciplinado de las leyes internas y sobre todo actúen en salvaguarda de toda la nave ante cualquier eventualidad endógena o exógena que se pueda presentar en encuentros con otras naves piratas.
Construir otra nave Venezuela debe contar con la anuencia de todos los sectores involucrados en ella; no solo cuenta el factor económico que es bien importante, sino que el factor político involucrado actúe en función de lograr la unidad de acción y no se conviertan en un “estorbo utilitario” de factores fascinerosos; los trabajadores, los estudiantes, los profesionales en las diversas áreas del quehacer deben, por obligación moral con la nave Venezuela, dar su aporte en esa nueva construcción y entre todos forjar una nave donde la filosofía de acción de sus integrantes sea la paz, la libertad, la justicia y la toma de decisiones cuenten con el favor mayoritario.
Esa nueva nave Venezuela, anhelada, será modelo para la construcción de otras naves en el mundo, como lo era la nave Venezuela en la década de los 60, 70, 80 y 90 del siglo XX. Los responsables del naufragio de la nave Venezuela y del desmadre causado en toda su estructura física y moral serán castigados, no solo por justicia divina, sino también por la justicia terrenal; aquella nacida en la Declaración Universal de los Derechos Humanos y por ende de los entes jurisdiccionales supranacionales nacidos bajo el manto inspirador de esa Declaración, donde resalta el Tribunal de La Haya.