La necedad del diálogo

Recordemos que en el año 2002 y frente a los sucesos políticos ocurridos ese año en nuestro país, la OEA pasó nueve meses tratando de buscar acuerdos a través del “diálogo” y las “mesas de negociación”, para que al final el régimen de Chávez se saliera con la suya

 “La revolución cognitiva es el punto en el que la historia declaró su independencia de la biología”. Yuval N. Harari

En uno de sus interesantes libros, De animales a dioses, Yuval Harari suelta una frase muy controversial, que resulta interesante analizar a la luz de ciertos sucesos ocurridos en el país en el pasado reciente, y ahora en el presente: “Los que una vez fueron víctimas de la historia es probable que vuelvan a serlo otra vez, y aquellos a los que la historia ha concedido privilegios tienen más probabilidades de obtenerlos de nuevo”. Yo particularmente observo cierto determinismo histórico en esa afirmación, o una creencia en los círculos viciosos de la historia, que no es este el espacio para su discusión ahora.

En todo caso, recordemos que en el año 2002 y frente a los sucesos políticos ocurridos ese año en nuestro país, la OEA pasó nueve meses tratando de buscar acuerdos a través del “diálogo” y las “mesas de negociación” para que al final, el régimen de Chávez se saliera con la suya, ganara tiempo para su recomposición y fortaleciera su posición para que se afincara en contra de todo lo que oliera a oposición.

En diciembre de ese año 2002 la OEA sacó una resolución haciendo un recuento de las previas del 13 de abril, “Situación en Venezuela”; el 4 de junio sobre “La democracia en Venezuela”; el 14 de agosto: “Apoyo al proceso de diálogo en Venezuela”; al comunicado del presidente del Consejo Permanente el 9 de diciembre; y la resolución del 16 de diciembre de 2002 de “Respaldo a la Institucionalidad Democrática en Venezuela y a la gestión de facilitación del secretario general de la OEA”, en ese entonces, el ciudadano colombiano y expresidente de esa nación, César Gaviria. 

En dicho documento, entre otros asuntos se exige: “Urgir al Gobierno de Venezuela y a la Coordinadora Democrática para que negociaciones de buena fe alcancen una solución constitucional, democrática, pacífica y electoral en el marco de la mesa de negociación y acuerdos que cuenta con la facilitación del secretario general de la OEA”, además de otras rimbombantes resoluciones retóricas que permitieron al régimen no solo ganar tiempo, sino tomar una serie de decisiones para acabar con la estructura institucional del Estado y las posiciones firmes de la oposición venezolana.

De toda esa experiencia nos quedó bien claro que una cosa es la necesidad del diálogo entre demócratas y otra es la necedad del diálogo con una dictadura. Después de 19 años, pasan de 300 mil los muertos en Venezuela, lo que puede catalogarse como una verdadera masacre, cerca de mil presos políticos y exiliados, una emigración de más de cuatro millones de compatriotas y una catástrofe económica sin precedentes, que nos impulsó a la miseria. Mientras tanto, Chávez y Maduro se metieron en el bolsillo la Constitución Nacional, la Carta Fundacional de la OEA, la Carta Democrática Interamericana, y los principios, elementos, fundamentos y valores de la democracia.

Hoy tenemos una dictadura brutal, férrea, insensible y corrompida y algunos dirigentes pontificando aún sobre la necesidad del diálogo, a lo cual no nos podemos negar, siempre y cuando nos lleve rápidamente al cese de la usurpación, a un Gobierno de transición y a un proceso de elecciones libres, en ese orden y secuencia. De otra manera, la necedad del diálogo con una dictadura nos llevaría a confirmar la tesis de Harari.

 

 

 

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