La próxima revolución

En Venezuela los tenues claroscuros de la vida democrática se han difuminado y todo empieza a verse en términos absolutos

El país se aleja de cualquier posibilidad de retorno a la senda de la racionalidad a través de cambios graduales, acercándose peligrosamente al caos propicio para que vuelva a aparecer un nuevo salvador, con su repertorio de negación del pasado inmediato, reformas mágicas, algo de esperanza, y sobre todo retórica nacionalista. No importa la ideología de la que se pinte esta nueva “revolución”, ni la forma concreta que adquiera, lo que sí parece seguro es que traerá consigo una carga de absolutismo importante.

En Venezuela los tenues claroscuros de la vida democrática se han difuminado y todo empieza a verse en términos absolutos, básicamente como una lucha entre el bien y el mal. No hay posibilidades de encuentro entre las élites en pugna, más allá de un acuerdo tácito de su modus vivendi. Todos estos elementos se configuran de tal manera que las fórmulas mágicas lucen más atractivas, para que finalmente “venga alguien y ponga orden”.

La realidad es que más allá de cualquier salvador, el país requiere medidas económicas y sociales concretas para poder aspirar de nuevo a recorrer un camino de desarrollo que sea sostenible. Estas medidas no son populares (ni mucho menos populistas), pues pasan por cambios de paradigmas profundos, como lo es el trabajo productivo en una economía industrial, la formación técnica y profesional realmente de calidad y basada en el talento, el control de la corrupción y la impunidad, por mencionar algunos. 

Mucho se apela al “milagro japonés” de la posguerra, “los tigres asiáticos”, “el gigante asiático”, y otros tantos modelos de éxito económico (y consecuente éxito social, aunque China esto aún no lo logra).  Al final todas estas recetas tienen un componente común: trabajo productivo. Y para ello la educación (de todo tipo) es fundamental, lo que conlleva a una interrogante que nos aleja de las soluciones mágicas: ¿qué oportunidades tienen en una economía productiva todos aquellos que hoy transitan y se gradúan de un sistema educativo deficiente?

El problema de los modus vivendi es que a la mayoría de los involucrados no les conviene cambiar (o al menos eso creen). Es por ello que los cambios graduales no terminan de darse, porque los intereses de los actores que se benefician del sistema actual se oponen con fuerza, pero al ser esto parte de un esquema inviable, más pronto que tarde sobrevendrá una nueva revolución en la que los viejos actores serán sustituidos.   

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