Concluir
Las dificultades por las que atraviesa la MUD tienen su origen en la conducta personal de sus principales líderes, al convertir ese escenario para dirimir sus aspiraciones presidenciales, olvidando que la mayor responsabilidad que tienen es con el pueblo que les ha depositado su confianza. A ello agregamos la actitud de los acostumbrados “francotiradores”, que tras bastidores y haciendo el papel de tontos útiles tratan de mostrar un comportamiento de defensa de la unidad, cuando en la realidad lo que proyectan es dar oportunidad al Gobierno para sembrar intriga y estimular la división interna.
En el diseño de la estrategia opositora se han cometido algunos desaciertos e imprecisiones, originando resultados no deseados, los cuales en cierto modo han favorecido la posición del Gobierno. Concluir que la MUD se encuentra en estado de disolución es una herejía, que utiliza el oficialismo para socavar la confianza del pueblo en su desempeño. Todo lo que se haga para hacer más eficiente su operatividad debe ser bien recibido como un empeño en optimizar la lucha opositora; que no se entienda que ello responde a un estado de debilidad, y menos a una cacería de brujas, bajo el argumento de que hasta el presente su desempeño ha sido un fracaso, porque de ser así, no tendrían explicación los resultados victoriosos que permitieron elegir una Asamblea Nacional mayoritariamente favorable a la oposición.
La MUD debe redefinir sus objetivos estratégicos a largo y mediano plazo. Asumir el papel del ente que aglutine la presencia y opinión de los distintos sectores de la sociedad civil. Debe haber representación de los entes gremiales, empresariales, educativos a nivel superior y sociales que la jerarquicen y cuyos aportes soporten la toma de decisiones. Esta estructura tendría entre otros efectos, sustituir el inmediatismo, el individualismo y las repetitivas aspiraciones extemporáneas y personales causante de pugnas, cuya práctica lejos de unificar estimula una lucha soterrada que es lesiva a las aspiraciones más genuinas del pueblo.
Cada quien debe asumir la posición en la cual sea más útil al país, porque no necesariamente se puede lograr tal cometido solo desde la Presidencia de la República, lo cual pareciera ser la idea de todos aquellos que diariamente, viéndose al espejo, buscan saber si sobre sus pechos se encuentra terciada la banda presidencial. Estamos ante un pueblo alegre y confiado, el cual después de tantos años de frustraciones, mentiras y sufrimiento, ha dejado de ser pendejo, y al cual no se puede engañar otra vez.