domingo, diciembre 15, 2024
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La revolución es una desgracia

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La revolución ha sido una verdadera desgracia para Venezuela, desde sus mismos comienzos con el engendro infernal de Sabaneta de Barinas a la cabeza

Con la revolución todo se ha ido abajo: aquí no hay nada que sirva. La revolución y los revolucionarios están tan empavados que hasta la naturaleza les dio la espalda y creo que es porque estos zánganos no se terminan de quitar la careta y se presenten como los verdaderos ateos que son. 

Pero como buenos actores de la simulación, son capaces de tomarse de las manos en una iglesia y aparentar que están rezando un Padrenuestro que ni se lo saben. Para ellos lo importante es hacerle creer a todo un pueblo que es católico o cristiano, que ellos también son hombres de buena voluntad, de los que aman al Señor. Vaya herejía.

La revolución ha sido una verdadera desgracia para Venezuela, desde sus mismos comienzos con el engendro infernal de Sabaneta de Barinas a la cabeza, otro que aun profesando el credo comunista de su padre putativo, Fidel Castro, era capaz de aparecer en las pantallas de televisión, en cadena nacional, haciendo gala de un Crucifijo que era de utilería porque se lo entregaban a la entrada del set del programa Aló Presidente, con lo cual hacía creer que era el mejor de los cristianos, pero esa condición la olvidaba cuando se explanaba en ofensas y descréditos de todo tipo, a la alta representación eclesiástica del país y a dignatarios católicos de otras naciones, al igual que al resto de los venezolanos que no lo apoyaban a lo cual tenían el derecho democrático. 

Nunca fui complacido en mis aspiraciones que cualquier día cuando el impío o incrédulo sacara a relucir el Cristo o Crucifijo de Nuestro Señor, se le incendiara en sus pecaminosas y corrompidas manos. El Altísimo prefirió enviarlo allá mismo donde alguna vez le dijo al cuerpo amortajado del cardenal Ignacio Velazco que se verían: el infierno mesmo, como castigo por haber maldecido desde sus entrañas al pueblo de Israel.

La revolución en una verdadera desgracia porque nadie se puede explicar cómo un país petrolero, de los de mayor producción de crudo en el mundo, no tiene alimentos y tiene que pasar por la dolorosa situación de pasar hasta días completos en una cola buscando algún producto regulado que salga a la venta y que generalmente no alcanza para todos, y que al mismo tiempo registra la inflación más elevada del universo, que convierte en polvo cósmico los devaluados sueldos mínimos de los venezolanos. Pero tampoco hay medicinas y la gente se muere de mengua en los hospitales. El servicio eléctrico está colapsado y el elemental servicio del agua potable no llega a las grandes mayorías del país.

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