miércoles, noviembre 27, 2024
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La revolución está en “échale”

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Hoy mu00e1s de 50 por ciento de los carros zulianos tienen instalado el chip (Foto: Archivo)

La estrategia oficialista ante las fallas en el abastecimiento es aplicar un racionamiento. La crisis de combustible es otro síntoma de la metástasis de la economía revolucionaria

El mal ya está hecho. Las colas en las estaciones de servicio llegaron para quedarse y las razones son sencillas: La producción nacional de gasolina es insuficiente para satisfacer la demanda interna y el diferencial de precio entre el mercado venezolano y el colombiano es tan grande, que los astronómicos dividendos del contrabando de extracción hacen que el negocio sea más lucrativo que el narcotráfico.

Este contexto ha llevado a que mafias que antes se dedicaban a la venta de droga, robo de carros, extorsión y el secuestro hayan migrado en años recientes al “bachaqueo” de gasolina, por lo que cualquier esfuerzo por desmontar el sustancioso guiso del cual comen delincuentes y militares corruptos por igual, se traduzca instantáneamente en amenazas de muerte y presiones inconfesables para las autoridades.

Habiendo establecido que el país es víctima de una hemorragia aparentemente indetenible de recursos que no se producen con suficiencia, la lógica revolucionaria dicta que la estrategia a seguir es limitar al consumidor, o lo que la sabiduría popular describe lapidariamente como “hacer pagar a justos por pecadores”.

Si las cuentas oficiales dicen la verdad, hoy más de 50 por ciento de los carros zulianos tienen instalada la llamada Tarjeta de Abastecimiento de Gasolina (TAG), por lo cual existe relativa normalidad en las estaciones que exigen el dispositivo, mientras la otra mitad hace infinitas colas en las bombas abiertas a “todo usuario”, pero ¿qué pasará cuando la totalidad del parque automotor y las gasolineras hayan ingresado al sistema de racionamiento de combustible? No hace falta ser brujo para anticipar el regreso de las colas y el cierre prematuro de bombas por falta de producto. Tristemente cuando eso ocurra algún gurú de la economía revolucionaria propondrá aumentar aún más el racionamiento, de la misma forma que ya hemos visto con el mercado cambiario y los bienes de consumo masivo. Solo cuando ya sea ineludible el fracaso del esquema, vendrá el cacareado aumento de precio, una historia muy trillada que también hemos visto protagonizada por otros rubros. 

El chip o TAG (como prefiera llamarlo) es una medida para controlar a los ciudadanos respetuosos de la ley, no a los “bachaqueros”, ya que estos están acostumbrados a descubrir y explotar las grietas del sistema a través de la corrupción enquistada en todos los niveles del poder público y la fuerza armada. 

Para quienes ven el aumento del combustible como la única forma de desincentivar el contrabando, deben antes considerar que cualquier ajuste que apruebe el Gobierno seguirá estando muy por debajo del precio internacional, ya que el costo político de dicha homologación volvería añicos cualquier respaldo popular que aún les quede, sin mencionar que aceleraría el proceso de hiperinflación.

En resumen la única forma de resolver el problema de la escasez de gasolina, alimentos, artículos de higienes, repuestos, ropa, calzado, vivienda y servicios públicos es con producción e inversión, y teniendo en cuenta que el Estado dilapidó los recursos que entraron durante la época de bonanza petrolera y queda muy poco que raspar en la olla del endeudamiento y las reservas internacionales, la única forma de conseguir capital fresco es generando confianza para inversionistas extranjeros a través de reglas claras de juego, transparencia, incentivo al sector privado y diálogo político.

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