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El Papa Francisco, inspirándose en la frase inicial del Cántico de las Criaturas del santo de Asís (Alabado seas), ha propuesto al mundo una profunda reflexión, sobre la protección de la creación, la paz y una nueva visión del desarrollo. Estamos en presencia de una encíclica polémica, que se inscribe al comenzar el siglo XXI, en la misma línea de la Máter et magistra (1961), la Populorum progressio (1967) y la Sollicitudo Rei Socialis (1987). Es un nuevo llamado a la conciencia de la humanidad. El tiempo, como lo expresó Juan Pablo II, está sometido siempre a continua aceleración ante la complejidad de los fenómenos que nos toca vivir.
En consecuencia, “la configuración del mundo” ha sufrido notables cambios en las dos últimas décadas, mientras que aparecen aspectos totalmente nuevos. En tales circunstancias, un jesuita proveniente del mundo empobrecido del hemisferio sur, ha dado a conocer este texto contundente y desafiante, que para muchos vaticanistas podría marcar “un antes y un después”. Francisco plantea al mundo cambios profundos en los estilos de vida, los modelos de producción y consumo y las estructuras de poder. Se pronuncia a favor de la protección del medio ambiente al que considera “la casa común” y acusa sin rodeos a la política, la tecnología y a las finanzas de su depredación que genera pobreza. Por ello, propone un nuevo modelo de desarrollo, basado en la sobriedad y la solidaridad dentro de una nueva visión de la justicia social internacional. Afirma, que “ha llegado la hora de aceptar cierto decrecimiento en algunas partes del mundo aportando recursos para que se pueda crecer sanamente en otras partes”.
Plantea el novedoso concepto de la “deuda ecológica” que tienen los países más ricos con los que están en vías de desarrollo. Considera una prioridad el acceso al trabajo por parte de todos y cree que “es una noble vocación” la actividad empresarial como servicio al bien común. Hace un llamado a la “educación en la responsabilidad ambiental en la escuela, la familia, los medios de comunicación y la catequesis. Finalmente, el Papa de Latinoamérica nos invita a ser protectores de la obra de Dios, porque es parte esencial de una existencia virtuosa. Ojalá esta encíclica sea analizada a nivel de todos los sectores de la vida nacional. Tiene mucho que enseñarnos en la Venezuela de hoy. No es con una visión marxista desfasada, sectaria e ineficiente como vamos a salir adelante. Más que una revolución roja, rojita, requerimos una con los valores de la que propone el Santo Padre en su encíclica “Laudato si”.