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En busca de una segunda independencia, Juan Guaidó reconocido como Presidente interino de Venezuela por casi sesenta países, después de hacerse presente en Bogotá en la Conferencia de Lucha contra el Terrorismo, realizó una gira, por demás exitosa, por el continente europeo, con un propósito fundamental: acelerar, en la medida de lo posible, nuestra segunda independencia, después de dos siglos de haber logrado la primera. Fueron numerosos los encuentros celebrados con los líderes más importantes del mundo. Sin embargo, a nuestro juicio, la actividad central de su gira fue la intervención en el Foro Económico Mundial de Davos (Suiza), en la que pidió al mundo, después de analizar la “tragedia sin precedentes de Venezuela”, ayuda para recuperar nuestra democracia.
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Por segunda vez, un mandatario venezolano intervenía en esa cita anual, de tanta importancia para la política y la economía del planeta. La primera fue cuando en febrero de 1992 Carlos Andrés Pérez, para entonces el líder político más importante de América Latina, expuso al mundo los éxitos de su gestión política iniciada en 1990. El país había logrado en 1991 un crecimiento del PIB de los más altos del mundo: 10 por ciento. Habíamos resuelto la crisis de nuestra balanza de pagos. La Bolsa de Valores de Caracas presentaba cifras muy positivas. Se había cancelado el programa con el FMI y se había reestructurado la economía.
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En Venezuela la confianza era elevada. Todo ello convirtió a CAP en el centro de la reunión de Davos, a pesar de la presencia de Nelson Mandela, que luchaba por un cambio en Sudáfrica. Ahora, 28 años después, otro venezolano Juan Guaidó expone en su tribuna, no los éxitos de una gestión, sino el drama y catástrofe de un país, que hoy ya no es ni la sombra de lo que fue. Mientras CAP exhibió un crecimiento singular del PIB de Venezuela en 1991, Guaidó se lamentó de la catástrofe de un país que en 2019 tuvo el mayor decrecimiento del PIB en el mundo: menos 25 por ciento, cuadruplicando al país que lo sigue, Irán con menos del 6 por ciento. Representaba a un país que en los últimos seis años había disminuido el tamaño de su economía en un 65 por ciento.
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Era el representante de un país donde se lucha contra “un conglomerado criminal, contra la mafia organizada, contra el ELN, contra la disidencia de las FARC y contra células de Hezbollah”. Y por ello, ante esa tragedia pidió un cambio, una verdadera democracia, una “Segunda Independencia”, sin cubanos, rusos, iraníes, chinos, turcos, narcotraficantes o terroristas decidiendo los destinos de Venezuela. Hace 28 años, al presidente exitoso en Davos lo esperaron con un golpe de Estado en el que milagrosamente salvó su vida, pero que inició el proceso de destrucción de Venezuela.
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¿Cómo será recibido ahora Juan Guaidó después de luchar por nuestra Segunda Independencia? ¿Podrá ingresar al país a ejercer sus derechos políticos? ¿Será respetada su persona y su investidura por quienes en Caracas hacen homenajes al terrorista Soleimani y con policías enmascarados toman sus oficinas? ¿Podrá continuar en su lucha por una nueva independencia con elecciones libres y democráticas?
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De las respuestas a estas preguntas depende el futuro inmediato de un país que tiene derecho a que se respete la vida, la libertad, la justicia, la igualdad, la democracia, la preeminencia de los derechos humanos, la ética y el pluralismo político. Que tiene derecho a una segunda independencia por la que lucha Juan Guaidó y la mayoría de los venezolanos insatisfechos de un régimen dictatorial, que ya tiene dos décadas destruyendo a Venezuela.
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