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Tras un diciembre sin las 400 mil hallacas, ni los perniles, ni los juguetes, también prometidos por los CLAP, nuevamente en enero, comienzan los anuncios rimbombantes. Así, el 2016 fue el “Año del Abastecimiento”, y ustedes podrán sentir los resultados.
Hoy, después de siete meses, de la también infructífera “Misión Abastecimiento Soberano”, nos pretenden comprar con un nuevo espejito: “El Carnet de la Patria. Este modelo, de fracaso y frustración, se las arregló para potenciar y perfeccionar cualquiera de los defectos de la Cuarta República, verbigracia el carnet partidista, el tráfico de influencia y la corrupción.
El CLAP, pasará a la historia como icono de la ineficiencia y la corrupción, ganándole a las Cooperativas, a Pudreval y a los benditos consejos comunales. Todos, herencia del Comandante eterno. Las medidas que deberemos adoptar en las primeras de cambios en la nueva Venezuela, serán difíciles, y necesitaremos, además del consenso -incluso popular-, aplicar programas que realmente hagan justicia social, ayudando a sobrellevar la crisis.
Cobra fuerza entonces la tesis de Rosales con su tarjeta “Mi Negra”, que se intentó ridiculizar en su momento, pero que nos propone un programa social de transferencia directa, que sí busca la justicia y la equidad, puesto que pondría en manos de quienes verdaderamente lo necesitan, un instrumento de subsidio directo, en vez de subsidiarle varios productos a todo el país, creando una maraña ineficiente, subsidiémosle la vida, focalizadamente, al sector más desposeído.
Qué ganamos subsidiándole la gasolina a todo un país, bajo el subterfugio de apoyar el transporte, cuando los beneficiados son bachaqueros y militares corruptos; entreguemos subsidio directo al transportista, con la propia “Mi Negra” podría ser, y disolvamos así esas mafias que se van a Colombia con el tanque .
El problema central de nuestra economía es de producción, ya es necedad repetirlo, agudizado por la compleja red de mafias en la distribución, donde el Gobierno le quita la producción a empresas como Cargill o Polar, para alimentar no precisamente al pueblo, sino al mercado especulativo y al contrabando. Con la nueva estratagema distraccionista, prometen otra panacea; sin sembrar ni una hectárea de tierra, y gastando una bola de plata en ese carnet de politiquería, mientras en el SAIME resuena cual letanía: “no hay material”.